Tuesday, September 13, 2011

Sep |13 | Una vieja canción anacreóntica para algunos profetas-poetas nuevos

Palabra para meditar– VÓMITO

2 Reyes 3:14,15
“Eliseo replicó: Le juro que si no fuera por el respeto que le tengo a Josafat, rey de Judá, ni siquiera le daría a usted la cara. ¡Tan cierto como que vive el SEÑOR Todopoderoso, a quien sirvo! En fin, ¡que me traigan un músico! Mientras el músico tañía el arpa, la mano del SEÑOR vino sobre Eliseo.’”

Una vieja canción anacreóntica para algunos profetas-poetas nuevos

¿Qué tan buena es la poesía? ¿Qué tan bueno con ella es un poeta, y uno principiante? En una época en la que las palabras se multiplican como gusanos en un cadáver, pueden estar seguros de que estas son dos preguntas válidas.

Recuerdo la primera vez que empecé a escribir poesía. No estaba molesto cuando tomé la pluma: ¡estaba iracundo! Estaba furioso, era una obscenidad enconada lista a explotar. En ocasiones anteriores, cuando esta locura enfermiza y furiosa se había apoderado de mí, había roto cosas. No, había destrozado cosas, había arrasado con ellas, las había aplastado; de hecho, el refrigerador que teníamos por aquel tiempo todavía tenía una gran abolladura en la puerta que se ajustaba a la forma de mi bota. Recuerdo la primera vez que comencé a escribir poesía: fue vómito emocional, fue arrojar palabras negras sobre un papel blanco. Fue una sabia aventura que ahorró dinero ¡y que con seguridad era mucho mejor que estar rompiendo cosas! En mi caso, entonces, escribir poesía empezó como un desahogo emocional que me dio la oportunidad de hurgar entre los escombros emocionales escritos en la página, y ver qué era lo que estaba pasando.

Este ejercicio de hurgar entre el vómito sacó a la luz patrones de escritura. Las expresiones rítmicas que, cuando eran buscadas, me llevaban a revelaciones, en ocasiones también me llevaban a conclusiones, pero siempre me llevaban a la luz. La poesía entonces se convirtió, en mi caso, en una herramienta de descubrimiento, una herramienta de comunicación interior y exterior, un espejo tanto para mí como para cualquier otro que decidiera cabalgar conmigo sobre el ritmo de las palabras, zigzagueando entre las complejidades de la vida.

Pero realmente, ¿qué tan buena es la poesía? ¿Qué tan bueno con ella es un poeta, y uno principiante? En una época en la que las palabras se multiplican como gusanos en un cadáver, pueden estar seguros de que estas son dos preguntas válidas.

James McHenry, un escocés irlandés que emigró a América trabajando como soldado cirujano, se convirtió en secretario de guerra bajo la dirección de Washington, y se hizo tan famoso que el fuerte que se construyó para defender el Puerto de Baltimore recibió su nombre. Un día como hoy en 1814, ese mismo fuerte vería la acción por primera y última vez, cuando la Armada Británica comenzara un bombardeo de 25 horas en la parte naval de la Batalla de Baltimore. Durante el ataque al Fuerte McHenry, cuatro norteamericanos fueron asesinados y veinticuatro heridos. Francamente, aunque son más las personas sacrificadas en un solo día en nuestras autopistas cada semana del año, este fuerte y esta noche se ciernen en la historia de Estados Unidos y si pudiera decir, también en la del mundo. La razón para ello es que un poeta principiante, que negociaba el intercambio de prisioneros a bordo del buque insignia británico, sería detenido hasta la mañana mientras la acción británica empezaba, y se prolongaba durante toda la noche.

A la mañana siguiente, Francis Scott Key, este abogado y poeta principiante que negociaba la liberación de los prisioneros, compondría un poema conmemorando “la Defensa del Fuerte Henry”, y así lo llamaría. Fue el cuñado de Key, el juez Joseph H. Nicholson, quien tomó el poema, lo puso en una melodía de bebidas británica reconocida, lo publicó y lo hizo popular. Durante los siguientes cien años, el poema, la melodía y la canción popular que ahora encapsulaba, lentamente llegarían a tener tal fama, que en 1931 las líneas iniciales de “Amanece, ¿lo ves a la luz de la aurora?” serían consagradas para siempre en el himno nacional de Estados Unidos “la Bandera llena de estrellas”.

Antes que nada les pido en esta noche a mis amigos norteamericanos que sean indulgentes conmigo al utilizar algunas de sus más hermosas palabras. Al tomar la última estrofa de este poema conmovedor, me gustaría llamar su atención y toda nuestra atención hacia las últimas ocho líneas

¡Oh, que siempre sea así cuando los hombres libres se levanten

En medio de sus queridos hogares y la desolación de la guerra!

Benditos en la victoria y la paz, que la tierra rescatada por el Cielo

Alabe el Poder que nos ha hecho y conservado como nación.

Luego conquistar debemos cuando nuestra causa sea justa

Y este sea nuestro lema: «En Dios está nuestra Confianza».

¡Y la bandera estrellada triunfante ondeará

Sobre la tierra de los libres y el hogar de los valientes!

Mientras escribo estas palabras, en este año de nuestro Señor de 2007, todos los cristianos debemos leer estas antiguas palabras de un poeta principiante y llorar. La “tierra rescatada por el Cielo que alaba el Poder que la ha rescatado y la ha llevado hacia la libertad abundante y los pastos placenteros, porque su confianza estuvo en Dios”, está a ambos lados del estanque y en todas partes de este mundo, siendo invadida y diezmada con una oscuridad que parece llegar cada vez con más fuerza.

Ninguna bandera terrenal podrá rozar por mucho tiempo el viento de las brisas de libertad, a menos que refleje las glorias del cielo y las glorias del Hombre del Cielo, en particular. Nuestras naciones están siendo arrebatadas del dominio de Dios delante de nuestros ojos, y les digo en esta noche que, a menos que transformemos una vez más la indiferencia de Dios hacia nosotros por un ardor apasionado, a través de nuestro arrepentimiento sincero, de un ardor santo y fuerte por Él y de la honra a Él, nuestras banderas de libertad van a caer. A menos que nuestro amor por Él comience a brillar una vez más con ardor en nuestros corazones, en nuestras casas, en nuestras iglesias, en nuestras escuelas, en nuestros legisladores, les digo amigos míos amantes de la libertad, que será el mismo Cristo quien nos vomitará de Su boca, y si esto pasa, quedará muy poco en qué hurgar.

Necesitamos algo de música nueva, para que los profetas puedan hablar una vez más.

Medita: “No imitarán ustedes las costumbres de Egipto, donde antes habitaban, ni tampoco las de Canaán, adonde los llevo. No se conducirán según sus estatutos, sino que pondrán en práctica mis preceptos y observarán atentamente mis leyes. Yo soy el SEÑOR su Dios. Observen mis estatutos y mis preceptos, pues todo el que los practique vivirá por ellos. Yo soy el SEÑOR.” Levítico 18:3-5

Ora:
Palabras santas preservadas hace mucho
Para nuestro paso por este mundo
Resuenan con el corazón mismo de Dios
Oh, que las palabras de antaño nos hablen.

Palabras de vida, palabras de esperanza
Dennos fuerza, ayúdenos a soportar
En este mundo por el que deambulamos
Las palabras de antaño nos llevarán a casa.

Palabras de antaño siempre verdaderas
Que me cambian, que te cambian.
Hemos venido con el corazón abierto
Oh, que las palabras de antaño nos hablen.

Palabras santas de nuestra fe
Legadas a nuestro tiempo
Vinieron a nosotros por el sacrificio
Oh, atiendan a las palabras fieles de Cristo.

Palabras santas preservadas hace mucho
Para nuestro paso por este mundo
Resuenan con el corazón mismo de Dios
Oh, que las palabras de antaño nos hablen.

Palabras de antaño siempre verdaderas
Que me cambian, que te cambian.
Hemos venido con el corazón abierto
Oh, que las palabras de antaño nos hablen.
(Michael W. Smith – Letra de Ancient Words)

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