Thursday, September 15, 2011

Sep | 15 | Buscando ‘Chico-espines’

Palabra para meditar– ESPERANZA

Números 30:10-14
“Cuando una mujer casada haga un voto, o bajo juramento se comprometa en algo, si su esposo se entera, pero se queda callado y no lo desaprueba, entonces ella estará obligada a cumplir todos sus votos y promesas. Pero si su esposo se entera y los anula, entonces ninguno de los votos o promesas que haya hecho le serán obligatorios, pues su esposo los anuló. El Señor la absolverá. El esposo tiene la autoridad de confirmar o de anular cualquier voto o juramento de abstinencia que ella haya hecho. En cambio, si los días pasan y el esposo se queda callado, su silencio confirmará todos los votos y compromisos contraídos por ella. El esposo los confirmará por no haber dicho nada cuando se enteró.”

Buscando ‘Chico-espines’

Cuando las gentes sabían de su pasado a través de los cuentos; explicaban su presente contándose cuentos; y predecían su futuro con cuentos, el mejor lugar de la casa junto al fuego se le reservaba siempre... ¡al cuentacuentos!

Estas son las palabras introductorias de la serie de televisión de Jim Henson llamada ‘El Cuentacuentos’, que fue producida por primera vez en 1987. Esta nueva versión de unos cuentos antiguos europeos, cobró vida al integrar una excelente animación, las marionetas de Jim Henson de su tienda de criaturas, una actuación excelente y un poco de la mejor escritura que encontrarán en su vida.

El magnífico guión de ‘El Cuentacuentos’ fue escrito por Anthony Mingella; no obstante, para esta serie de nueve historias, fue John Hurt quien, haciendo el papel del Cuentacuentos, se llevó todos los aplausos con su actuación todavía más grandiosa. No bromeo: es tan bueno que si las cosas fueran como yo quiero, haría que fuera obligatorio ver y estudiar toda esta serie en cada clase de homilía, en cada escuela y seminario bíblico en todas partes del mundo. Porque si se trata de aprender a ‘pescar’ corazones con palabras de asombro, y de comunicar esas mismas palabras maravillosas e inquietas, de manera tentadora y cautivadora, John Hurt, en su papel del Cuentacuentos, es el maestro de homilética más celestial que yo jamás haya oído.

La primera historia de la serie se llama Hans, mi pequeño Puerco-espín. Es el cuento antiguo de un niño encantado a quien llaman Chico-Espín, quien ayuda a que un rey perdido regrese a su reino, y como recompensa por hacerlo recibe “lo primero que salga a saludar al rey a su regreso”. Por supuesto, lo primero que sale a saludar al rey no es el perro como él se lo esperaba, sino más bien su preciosa hija, la hermosa Princesa Dulce Pastel de Cereza ¡Muy Jeftesiano!

Ahora, esta misma princesa, al casarse con el Chico-Espín, descubre en su luna de miel peculiar que el horrible Chico-Espín en realidad se convierte en un hermoso príncipe después de la medianoche; si ella guarda el secreto de su metamorfosis nocturna, su fidelidad y amor verdadero romperán el encanto para siempre en la tercera noche de su boda. Por supuesto, la Princesa Dulce Pastel de Cereza revela el secreto del encanto de su Chico-Espín, rompiendo así su promesa y ocasionando que aquél desaparezca aparentemente de su vida y de la faz de la tierra, para siempre.

Durante años, la Princesa Dulce Pastel de Cereza camina y camina hasta que desgasta las suelas de tres pares de zapatos de hierro, buscando siempre a su esposo, hasta que finalmente lo encuentra “lo toma entre sus brazos, lo levanta y lo cubre de abrazos y besos”. Su cabello rojo que se había vuelto blanco en su búsqueda implacable e incesante, recupera un color rojo lleno de vida, pues su amor hacia el Chico-Espín ahora expresado, finalmente lo encuentra, lo abraza y rompe el encantamiento para siempre.

La historia termina con esta frase redentora maravillosa:

“Y así fue como la princesa que no supo mantener su promesa recuperó a su esposo sin perder en ningún momento la esperanza de encontrarlo, y con el tiempo su pelo volvió a ser rojo y volvió a celebrarse la boda”

“Recuperó a su esposo sin perder en ningún momento la esperanza de encontrarlo”. Realmente ¿existe una mejor frase para describir el amor persistente, para describir la oración fiel y el anhelo profundo del alma por un ser amado perdido, expresado diariamente tanto en la oración como en la búsqueda activa? No lo creo.

Estoy seguro de que en esta noche son algunos de ustedes los que han roto las promesas, y probablemente alguna promesa valiosa en particular, y me pregunto si por culpa de ello también están guardando con tristeza y tierno remordimiento a alguien en su corazón que, por ahora, se les ha perdido.

Si aún les queda un poco de fortaleza, quiero que continúen buscando sin perder la esperanza de encontrar y que sigan poniendo todo su empeño. Porque quién sabe, tal vez mañana ustedes también se encuentren con su Chico-Espín perdido para tomarlo en sus brazos y cubrirlo de abrazos y de besos, hasta que el encantamiento, el cual en algún momento fue fortalecido por el quebrantamiento de la promesa, desaparezca para siempre y el ‘color’ rojo y vivo de una vida renovada, fluya de nuevo en ‘tu cabello’, ahora santificado.

Sé que hay alguien que en esta noche necesita escuchar esto: “sigue buscando, sigue esperando, sigue permaneciendo firme”, porque quién sabe, tal vez ya a la vista estén el regocijo y la renovación de otra ‘boda’.

Medita: “A ti, oh Dios de Sión, te pertenece la alabanza. A ti se te deben cumplir los votos, porque escuchas la oración. A ti acude todo mortal.” Salmos 65:1-2

Ora: Oh Dios, esposo nuestro, gracias por anular e invalidar las promesas precipitadas e impetuosas que hemos hecho en Tu casa. Pero Señor, perdona nuestras promesas rotas, especialmente aquellas que han traído la maldición sobre nosotros y sobre otros. Por favor, perdónanos oh Señor. Ahora, Gran Buscador, te presento a mis seres queridos perdidos. Vengo a Ti sin esperanzas; vengo a Ti, indefenso. ¡Ayúdame a encontrarlos y a amarlos a pesar de todo. Que puedan romperse todas las maldiciones, y que la vida, abundante y ‘roja’, fluya una vez más sobre todas nuestras cabezas cansadas. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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