Tuesday, September 27, 2011

Sep | 27 | Esperanzas de resurrección

Palabra para meditar– CREER

Hebreos 11:17-19
“Por la fe Abraham, que había recibido las promesas, fue puesto a prueba y ofreció a Isaac, su hijo único, a pesar de que Dios le había dicho: Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. Consideraba Abraham que Dios tiene poder hasta para resucitar a los muertos, y así, en sentido figurado, recobró a Isaac de entre los muertos.”

Esperanzas de resurrección

Dios es bueno pero es duro.

“Señor, no le hables de mí al enemigo. Señor, no le digas, ‘Hey, ¿has visto a mi siervo, Robert?’. No, Señor, por favor, mantén mi nombre fuera de cualquier conversación con él, para que no sea probado como lo fue Job en el pasado. En cuanto a Abraham, Señor, ¿en qué estabas pensando? ¿Pedirle a un hombre que mate a su propio hijo? ¿Hacerlo pasar por lo que sólo podría describirse como tortura y durante días, y para qué? ¿Sólo para que pudieras saber en la práctica que él confiaba en Ti? Te digo, Señor, si los servicios sociales algún día Te echan mano, ¡no quiero ni pensarlo! Te encerrarán y arrojarán la llave lejos, por abuso... sí, ¡por abuso! Tiene que haber una mejor manera Señor, en la que puedas dirigir Tu negocio, tiene que haber una mejor manera para que Tú sepas y nosotros crezcamos, ¿no crees?”.

Abraham tuvo que soportar días de un tormento terrible, días de tormento en el corazón y en la mente. Jacob, su nieto, no obstante, soportaría años de tormento, pensando que su José había sido asesinado, culpándose cada día por haber enviado a su amado hijo a aquella última misión en Dotán. A José no le fue mejor, porque al tiempo que lo enfermaban las promesas no cumplidas, pasó años de prisión por un crimen que no cometió. Podría seguir, y de hecho lo haré ahora e incluso con ustedes. Sí, incluso con algunos de ustedes, los que están leyendo esto en esta noche.

Por la razón que sea, sean las drogas, sea un pecado sexual, sea una enfermedad mental, una furia extrema, un orgullo aferrado, un malentendido, ¡lo que sea!... muchos de ustedes en esta misma noche desearían poder intercambiar sus circunstancias por la prueba comparativamente simple por la que Abraham tuvo que pasar. “¡Cielos!”, dicen, “Abraham vivió esa tortura en su alma durante días; pero la mía, la mía, la he tenido en mi corazón por semanas, por meses, incluso por años, y no sé, sencillamente no sé, cómo podré enfrentar los días por venir, porque cada mañana y cada noche recuesto a mi hijo perdido, perdido en las drogas, perdido en la locura, perdido en su estilo de vida, perdido dañándose a sí mismo, perdido en la deshonra, perdido en la ira, perdido para Dios, ¡perdido para mí! Oh Dios, cada mañana y cada noche, por fe, recuesto a mi hijo perdido en Tu altar, esperando, suplicando, orando, observando, anhelando, aguardando una resurrección, y ¡aún sigo esperando, Señor! ¡Aún estoy esperando!”.

A todos los ‘Abrahams’ de esta noche, tanto hombres como mujeres, bendigo sus corazones heridos, y oro con toda mi fuerza para que sus esperanzas sean resucitadas en esta tierra en la que ustedes se arrodillan. Que Dios les conceda la fortaleza y una fe constante para este milagro tan urgente. No obstante, si la esperanza está muerta, o murió incluso hace mucho tiempo, porque tal vez incluso su niño-recostado-en-el-altar murió cuando el ‘cuchillo de las circunstancias’ no fue detenido por un ángel y cuando éste afilado por el odio hacia sí mismos, dejó sin vida a los miembros, entonces lo siento mucho. Lo siento muchísimo. Pero por favor crean, incluso permítanme creer por ustedes, en una resurrección mejor que está por venir; porque quién sabe si a lo mejor todas sus oraciones serán respondidas y completamente respondidas; respondidas incluso en el último momento de su tiempo aquí en la tierra, respondidas en un segundo extendido, en el que todos los negocios eternos fueron tramitados en su totalidad y en los que se vertió en abundancia toda la gracia y bondad copiosas y el poder salvador de Dios. ¿Quién sabe? Pero, aún así... ¡crean!

Espero, mi amigo, que ese hijo que tienes recostado en el altar tanto de día como de noche, se levante para atravesar tu puerta abierta, mañana mismo. Sin embargo, si no lo hace, incluso si eso no lo ves jamás, entonces espero mi amigo, que tu hijo te espere, sonriendo, observándote en esta ocasión él a ti mientras cruzas esa puerta final hacia tu destino eterno.

En esta noche, millones de Abrahams recuestan a su hijo en el altar de Dios, creyendo en una resurrección de parte del Dios bueno y capaz de hacerlo. Únanse a ellos en sus oraciones, únanse a ellos en su llanto, únanse a ellos en sus esperanzas, únanse a ellos creyendo, ¡únanse a ellos en su fe! ¡Porque ustedes no están solos ni tampoco han sido olvidados!

Medita: “¿Puede una madre olvidar a su niño de pecho, y dejar de amar al hijo que ha dado a luz? Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos; tus muros siempre los tengo presentes. Tus constructores se apresuran; de ti se apartan tus destructores y los que te asolaron. Alza tus ojos, y mira a tu alrededor; todos se reúnen y vienen hacia ti. Tan cierto como que yo vivo, —afirma el SEÑOR—, a todos ellos los usarás como adorno, los lucirás en tu vestido de novia. Aunque te arrasaron y te dejaron en ruinas, y tu tierra quedó asolada, ahora serás demasiado pequeña para tus habitantes, y lejos quedarán los que te devoraban. Los hijos que dabas por perdidos todavía te dirán al oído: Este lugar es demasiado pequeño para mí; hazme lugar para poder vivir. Y te pondrás a pensar: ¿Quién me engendró estos hijos? Yo no tenía hijos, era estéril, desterrada y rechazada; pero a éstos, ¿quién los ha criado? Me había quedado sola, pero éstos, ¿de dónde han salido? Así dice el SEÑOR omnipotente: Hacia las naciones alzaré mi mano, hacia los pueblos levantaré mi estandarte. Ellos traerán a tus hijos en sus brazos, y cargarán a tus hijas en sus hombros. Los reyes te adoptarán como hijo, y sus reinas serán tus nodrizas. Se postrarán ante ti rostro en tierra, y lamerán el polvo que tú pises. Sabrás entonces que yo soy el SEÑOR, y que no quedarán avergonzados los que en mí confían.’” Isaías 49:15-23

Ora: Señor, levanta mi cabeza y mis manos débiles y caídas, para que pueda esperar en Ti una vez más. Amén.

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