Wednesday, December 21, 2011

Dec | 21 | Dos Torres Gemelas más

Palabra para meditar – PREPÁRATE

Amos 4:11
“Yo les envié destrucción como la de Sodoma y Gomorra; ¡quedaron como tizones arrebatados del fuego! Con todo, ustedes no se volvieron a mí, afirma el Señor.”

Dos Torres Gemelas más

Estoy escribiendo el Susurro de esta noche desde la villa de Bolney en el Oeste de Sussex. Me encuentro a unas pocas millas de la villa de Hassocks, donde en la línea de ferrocarril que va de Londres a Brighton, el Túnel Clayton penetra unos 2,5 kilómetros en las montañas calcáreas del Sussex Downland. Hoy, la boca norte del túnel, oscura y abierta, aún está adornada por torres en forma de castillo, donde cual fétida entrada al infierno, ha vomitado, por bastante más de un siglo, a los pasajeros interurbanos, fríos y refunfuñones, en todo el viaje hasta la Estación Victoria en Londres. He pasado por esta entrada al túnel miles de veces durante mi vida y siempre me ha intrigado la posibilidad de vivir en esas torres gemelas, sobre esta bonita, negra y radiante, humeante y sangrienta puerta al infierno.

En 1873, al morir el misionero David Livingstone, entre sus pocas pertenencias se encontró una copia de uno de los sermones impresos de C. H. Spurgeon, ‘Accidentes, No Castigos’. La copia estaba sucia, muy leída y bastante gastada y tenía un comentario escrito a mano en la parte superior de la primera hoja que decía: “Muy bien D. L.”. Livingstone aparentemente había llevado este sermón consigo a través de sus viajes por el África y al acontecer su muerte fue devuelto a Spurgeon quien, aparentemente, lo conservaba como un tesoro.

Spurgeon predicaba este mensaje, “Accidentes, No Castigos” en respuesta a dos desastres acaecidos en 1861: Uno fue una colisión terrible entre dos trenes en este mismo Túnel Clayton, entre Londres y Brighton y otro, un accidente de tren en Kentish Town Fields, en el Norte de Londres. En ambos atroces incidentes, 38 personas perdieron la vida y cientos resultaron heridos.

El punto crucial del sermón de Spurgeon era un llamado a los Cristianos para que no atribuyeran con tanta ligereza los terribles accidentes, a un juicio de Dios. ¡Sabio consejo! En verdad, en ese mismo sermón Spurgeon hace referencia a su primer mensaje predicado en el Surrey Gardens Music Hall en 1856, el cual fue utilizado en uno de sus propios eventos donde siete personas murieron y otras 28 resultaron seriamente lesionadas por causa de una estampida humana. “Puedo decir, con un corazón puro”, dice Spurgeon “que nos reunimos con un solo objetivo, y ése es servir a nuestro Dios, y un ministro no tiene otro propósito al ir a ese lugar que no sea el de reunir a tantos para que lo escuchen, quienes, de otro modo, no lo habrían hecho y, sin embargo, hubo funerales como resultado del esfuerzo santo (pues, reconocemos que fue un esfuerzo santo y la sonrisa postrera de Dios así lo prueba). Hubo muertes y muertes entre el pueblo de Dios, yo estaba a punto de decir que me pone contento que fue con el pueblo de Dios y no con otros. Un temor inexplicable se apoderó de la congregación y huyeron y ¿no comprenden acaso que si los accidentes son vistos como juicios, entonces es justo decir que, al estar allí, estábamos pecando—una insinuación que nuestras conciencias repudian con desprecio?”

El hecho es que todos estamos muriendo. El hecho es que tanto los justos como los injustos, ya sea de forma planeada o sin planearlo, ya sea en circunstancias truculentas o galantes, todos conoceremos la muerte. Spurgeon tenía razón al decir que ¡las formas de la muerte y las providencias de Dios en ella, son casi inescrutables! Ciertamente, yo hago eco de esa afirmación de Spurgeon: “Dios no permita que ofrezcamos nuestra propia razón cuando Él no ha ofrecido la Suya”.

La muerte vendrá algún día. Lo que deben hacer es estar preparados para conocerla, pues todos nosotros ya estamos viviendo en las torres gemelas sobre el Túnel Clayton, sobre las puertas negras de la muerte. ¿Están preparados esta noche? Porque sólo si se han encontrado a salvo con Jesús, ¡podrán encontrarse a salvo con la muerte!

Medita: “Por eso, Israel, voy a actuar contra ti; y como voy a hacerlo, ¡prepárate, Israel, para encontrarte con tu Dios!” Amós 4:12

Ora: Señor, cada día Te alabo. Señor, cada día te entrego mi existir. Señor, gracias por haber enfrentado lo frío de la tumba con el calor de Tu resurrección, por haberte hecho cargo del aguijón de la muerte por medio del Escudo de Tu salvación y porque, incluso yo, (¡sí, incluso yo!) estoy seguro en Ti. ¡Porque Tú eres Cristo el Señor, mi Jesús y mi Salvador! ¡Amén!

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