Thursday, January 13, 2011

Jan | 13 | ¡Dios, el engañador!

Palabra para meditar – PROPIEDAD

1 Corintios 6:18-20
“Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo. ¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños; fueron comprados por un precio. Por tanto, honren a Dios con su cuerpo y con su espíritu, los cuales son de Dios.”

¡Dios, el engañador!

En el área de la donación de órganos, el “Consentimiento Presunto” es “el derecho de recolectar los órganos de las personas fallecidas a menos que se hubiesen dado instrucciones explícitas de lo contrario”. Yo creo que esta es una violación a los derechos humanos individuales, porque el permitir que el Estado decida cómo han de ser tratados nuestros cuerpos fallecidos es otra grave violación de la libre elección de los individuos, otra falta de respeto e indecencia sobre las decisiones de las personas. Todos los lamentos por la salvación de las personas que están muriendo por falta de órganos, quedan eclipsados por la verdadera razón para esta violación de los derechos humanos, y esta es “el ahorro de dinero”.

Hablando en términos económicos, es mucho menos costoso colocar un riñón de un cadáver en un paciente, que mantener a ese mismo paciente en diálisis durante largos períodos de tiempo. Las mismas verdades económicas se aplican a todos los otros pacientes que necesitan un transplante y, francamente, y aunque estoy a favor del consentimiento informado, no obstante, es obvio que la cosecha de órganos proveniente de cadáveres reclutados reduciría la cuenta de los servicios médicos de salud en cientos de millones. ¡No se equivoquen, la salud es un negocio y uno grande! Porque, ahora el dinero les puede comprar más tiempo de vida, una mejor salud, verse mejor, y una sexualidad como nunca la tuvieron antes. La materia prima de gente recientemente fallecida está por todos lados y la tecnología para utilizar sus partes, las cuales se deterioran rápidamente, está disponible y la oferta es mayor cada día. Tal parece que de manera creciente, nuestros cuerpos se están convirtiendo en un compuesto de mejoras artificiales y repuestos de otras personas. Me pregunto si tanto en el respeto y en la aplicación del ‘consentimiento presunto’ gubernamental, nuestros cuerpos nos pertenecen, cada vez, un poco menos.

En términos Cristianos, por supuesto, este siempre ha sido el caso: Nuestros cuerpos no nos pertenecen, sino más bien son de nuestro Dios Altísimo, para habitar en ellos, y por lo tanto, son lugares sagrados. Dios no es el inquilino, Dios no paga ningún tipo de renta, no, Dios es el propietario de todo el kit, y del juego completo, cuerpo, alma y espíritu, y somos nosotros, en efecto, los que somos los inquilinos dentro de las paredes de nuestro propio cuerpo. Dios ha engañado al diablo, ya que Él elevó el precio de nuestra compra y nos compró cuando estábamos debajo de los sucios y escamosos pies del diablo, e hizo de nosotros la más preciada de las posesiones por Él adquiridas, ¡resplandecientes y nuevas a Su gloriosa vista! Ahora, el diablo no está contento con esto y, por lo tanto está buscando como mínimo, la reducción de nuestro precio y, como máximo, nuestra demolición o destrucción. ¡No debemos ayudarlo en esto! No, como inquilinos en nuestro propio cuerpo debemos asegurarnos de mantener esta morada de Dios, ¡porque tanto en la realidad como en el efecto, el templo de nuestro cuerpo, cada miembro y cada órgano, cada músculo y cada vello, no nos pertenecen en absoluto! ¡Le pertenecen a Él!

Seguramente, ahora y en el futuro libraremos todas las batallas éticas sobre la donación de órganos y la manipulación de los cuerpos, pero más que nada esta noche, queridos amigos, debemos releer los términos de nuestro contrato de alquiler una vez más; debemos hacer a un lado nuestros así llamados, derechos de propiedad, de una vez y para siempre, porque la verdad es que nosotros no nos pertenecemos. Permítanme entonces que les pregunte: “¿Están teniendo el debido cuidado de Sus cosas?”

Medita: “Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie.” 1ª Corintios 7:23

Ora: Tú me has llamado, oh Señor, me has comprado y me has puesto justo donde me encuentro. Así que yo sé que yo no me pertenezco. Ayúdame a cuidar de este cuerpo, Tu posesión más preciada, como un templo de salud cuando sea posible y como un templo de santidad en todo momento. Te lo pido en el nombre de Jesús. ¡Amén!

 

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