Tuesday, February 8, 2011

Feb | 08 | Tratando con diferentes derrames de lava, tanto del Levita como del Leviatán

Palabra para meditar – DURO

Proverbios 15:1
“La blanda respuesta quita la ira, mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Reina-Valera 1960)

Tratando con diferentes derrames de lava, tanto del Levita como del Leviatán

Mi amigo estaba manejando por una calle de una ciudad en Florida del Sur cuando un hombre caminando por en medio de ella, lo divisó. El hampón, cubierto en joyas, mostró sus dientes tanto como pudo, revelando una boca adornada en oro y gruñendo. El mensaje de este gangster era claro: “Estas son mis calles, yo tengo el control, no te metas conmigo”.

Resulta que mi amigo es un Comisario, bastante fornido y más que bien armado, del departamento del Alguacil del Condado de Broward, por eso y en respuesta a esta demostración silenciosa pero excepcionalmente agresiva hacia él, dio la vuelta con su automóvil y se encontró con el hampón para tener con él una charla amable. De manera educada le informó de su mal juicio sobre la propiedad de las calles y detalladamente le hizo saber quién era el dueño de las calles y quién estaba, en realidad, en control de las mismas. Aunque ninguno de nosotros hubiera querido tener que ver con esa charla en particular, puedo informarles que como resultado mi amigo nunca, y quiero decir jamás, volvió a recibir un gruñido similar. Verán, si la respuesta amable de nuestro versículo hubiera sido aplicada a esta situación en particular, bueno, hubiera resultado en el asesinato del comisario, poco tiempo después de que el hombre lo desafiara.

Nuestro versículo de esta noche habla de una demostración de enojo apasionada. Quizá se la comprenda mejor como desagrado al rojo vivo, una olla burbujeante de destrucción, muy peligrosa y violenta, nacida de una furia justificada. El propio Dios manifiesta esta clase de ira temible, la cual parece salvaje y desmedida como si anhelara venganza. Sí, lo hace y se ve con más claridad cuando el pueblo de Israel, guiado por Aarón el Sumo Sacerdote, fabrica un becerro fundido y lo adora, y sin vergüenza alguna danza alrededor de él y con él. Dios quería borrarlos de la faz de la tierra por esto, y ¡quería matar a Aarón más que a nadie! (Vean Deuteronomio Capítulo 9). Esta noche les digo, si no hubiera sido por los ojos de becerrito de Moisés pidiendo misericordia, intercediendo por ellos de manera repetida durante cuarenta días y cuarenta noches, Israel hubiera sido consumido por la ira de Dios.

Cuando hemos estado equivocados, cuando hemos alentado el enojo justo de otros, cuando hemos hecho algo que justificara la ira en contra nuestra, en ese momento, no hay nada mejor que una disculpa humilde y suplicante, un reconocimiento abierto de nuestros errores, mostrar la ternura de un becerro y expresarla en tonos reflexivos y confesionales. Sin lugar a dudas este tipo de respuesta ante una situación como esta, detendrá el enojo de parte de la persona ofendida. Más aun, quizá lo haga recapacitar, evitando la destrucción, refrescando la relación, restaurando la paz que una vez hubo y regresando todo a la normalidad. Sí, necesitamos fortaleza, sabiduría, honestidad y humildad para ofrecer acertadamente respuestas amables ante la ira vengativa y justa.

Sin embargo, cuando hemos actuado de manera justa y de todas formas una agresión injustificada ha sido dirigida hacia nosotros, o si estamos sufriendo directamente por el bien de la justicia entonces, que Dios nos otorgue la gracia de ofrecer la otra mejilla, de caminar ese tramo extra, de perdonar a nuestros enemigos. Aquí no hay necesidad de pedir disculpas, sólo valor y el deseo de consagrarnos a Dios.

No obstante, si alguien cae dentro de los parámetros descriptivos de ser un insensato aborrecible o un loco asesino, entonces quizá una visita de mi amigo el fornido y bien armado Comisario, pueda ayudar en la situación de manera definitiva. Verán, algunas veces el ofrecer la otra mejilla es incorrecto y peligroso. La respuesta amable de nuestro versículo es en realidad una respuesta de arrepentimiento ante el pecado que seguramente cometimos. Cuando no hubo pecado, entonces debemos ser más un Leviatán que un Levita en nuestra conversación, nuestro caminar y nuestra forma de actuar. Piensen en eso y quizá Dios nos otorgue la sabiduría al trabajar en ambas actitudes.

Medita: “¿Puedes pescar a Leviatán con un anzuelo, o atarle la lengua con una cuerda? ¿Puedes ponerle un cordel en la nariz, o perforarle la quijada con un gancho? ¿Acaso amablemente va a pedirte o suplicarte que le tengas compasión?” Job 41:1-3

Ora: Señor, hazme sabio cuando necesito mostrarme amable, como cuando necesito mostrarme duro. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

 

No comments:

Post a Comment