Monday, February 28, 2011

Feb | 29 | Saliendo de la parte posterior del castillo del cobarde

Palabra para meditar – COMBATE

Hechos 17:17-18
“Así que discutía en la sinagoga con los judíos y con los griegos que adoraban a Dios, y a diario hablaba en la plaza con los que se encontraban por allí. Algunos filósofos epicúreos y estoicos entablaron conversación con él. Unos decían: ¿Qué querrá decir este charlatán?”

Saliendo de la parte posterior del castillo del cobarde

Estaba mirando un viejo video de ese gran gigante de Yorkshire, Leonard Ravenhill. Él estaba contando una historia que sucedió a comienzos del siglo XX, en las calles de su ciudad natal, Leeds, en Inglaterra, donde un ateo estaba confrontando a los asistentes a la iglesia, riendo y gritando y menospreciándolos con palabras como “¿Por qué van a escuchar a un hombre hablar desde detrás de un púlpito que no es otra cosa que el castillo de un cobarde? No pueden hablarle o refutarle; ¡Vamos, vengan y escúchenme a mí!”

En una iglesia en la que alguna vez ejercí como Pastor, una vez al mes celebrábamos una “Sesión de Preguntas al Predicador’, donde yo me ponía como blanco y tenía que dar una explicación de mis enseñanzas de meses previos. ¡Eso significaba responder preguntas, clarificar posiciones y poner un poco de concreto a los lados de algunos agujeros para postes, excavados previamente, pero obviamente, no lo suficientemente profundos! Esta es una buena práctica para la iglesia y para los maestros de la iglesia, porque no debería permitírsele a nadie estar muy por encima de la contradicción. No debería permitírsele a nadie convertir el púlpito en el castillo de un cobarde.

Hoy hay algunas pocas excepciones en algunas iglesias, donde algunas preguntas seleccionadas son respondidas por los maestros. En ocasiones esto se hace en público y en otras, a través de Internet. Creo que esto es digno de elogio. Sin embargo, en la gran mayoría de las iglesias esto no sucede y donde sí sucede, ¡aún no es suficiente! No debería permitírsele a nadie convertir el púlpito en el castillo de un cobarde.

En el pasado, boxeé mucho en un nivel amateur y me convertí en un entrenador de la Asociación Amateur de Boxeo. Pasé muchas horas golpeando un saco, dando puñetazos a los protectores y hasta aporreando al aire. Todo es importante para el boxeador que está entrenando, pero también es insignificante ante el verdadero “trabajo” que se da en el ring. Entrar en un ring, especialmente un ring de otro club, y entrenar un round tras otro, ir mano a mano con boxeadores de estilos y habilidades diferentes, es realmente la única forma de lograr progresar en tu propio juego. No debería permitírsele a nadie convertir el púlpito en el castillo de un cobarde.

Lo mismo sucede con la enseñanza y la predicación. Debes ser capaz de aguantar, mano a mano, y de dar razones sobre la esperanza que hay dentro de ti. Whitefield y Wesley lo hacían con regularidad, debían hacerlo, porque habitualmente boxeaban en el “ring” de otro y por lo general, era en el del enemigo. Me temo que aún tenemos demasiadas ‘gallinas’ en castillos de cobardes en nuestra tierra y, puede ser que algunos de ustedes esta noche, predicadores, hayan adoptado ese estilo tan lamentable.

Amigo, es tiempo de llevar el Evangelio al mercado una vez más. Esto significa que debes estar preparado, y no, no estoy hablando sobre el seminario. Si existe hoy un lugar en el planeta que defenderá el hacer y el colocar a las ‘gallinas’ en castillos de cobardes, (¡y que Dios nos ayude!) esos lugares son nuestros seminarios, que se especializan en las sutilezas de ser un buen hombre de iglesia más que en la preparación de hombres que hablen ese tipo de predicación guerrera que asesta golpes que rompen mandíbulas. No debería permitírsele a nadie convertir el púlpito en el castillo de un cobarde, especialmente, a los profesores de los seminarios.

La única forma de estar realmente preparado para el combate verbal es ir a buscar a los aprendices de lucha de tiempos pasados. Háganlos sus mentores. Aun si ya están muertos y con el Señor, háganlos sus mentores. Escúchenlos, estudien sus métodos, tómenlos y tráiganlos en oración y en el poder del Espíritu Santo, a toda su generación todos los días de su vida. Viajen lejos para estar con estos hombres y si pueden, hagan unos rounds con ellos, ¡si se atreven! Les digo algo, nuestra reunión mensual de predicadores en mi iglesia se llama ‘El Club de la Pelea’, porque no debería permitírsele a nadie convertir el púlpito en el castillo de un cobarde.

Tengo un par de viejos guantes de box de cuero colgados en mi estudio. Están sucios, apestan a viejo, a sudor y a testosterona, y están salpicados de sangre. Son mis guantes y es mi sangre la que está sobre ellos. Son un testimonio para mí de todo mi entrenamiento, de todo mi sudor, que una vez me permitió aguantar, mano a mano con alguien, e intercambiar golpes. También son la imagen de quién soy en Cristo, un guerrero y alguien que es más que vencedor. Hoy son un desafío para mí, para entrenar sin temor y con gran confianza para llevar el Evangelio a este viejo e iracundo mundo.

¿Qué hay de ti predicador? ¿Estás listo para luchar en el mercado o estás satisfecho solamente con permanecer como la ‘gallina’ que ocupa el castillo de un cobarde? Si es esto último, quisiera animarte para que hagas una de dos cosas: o entrénate o salte del ministerio. Sí, ve a alguna parte y consigue un trabajo acariciando conejitos. Será mejor para todos.

Medita: “Conversaba y discutía con los judíos de habla griega, pero ellos se proponían eliminarlo. Cuando se enteraron de ello los hermanos, se lo llevaron a Cesarea y de allí lo mandaron a Tarso.” Hechos 9:29-30

Ora: Señor, tal y como lo hiciste con tu antiguo pueblo, combinando algunas peleas con el ‘Terrible Og’ y al ‘Escurridizo Sehón’ antes de que ingresaran en la tierra prometida, también combina peleas para mí, Oh Señor, y dame toda la experiencia del ring que puedas para que, cuando llegue el evento principal, yo pueda demostrar ser más que un vencedor por medio de Aquél que me amó y que dio Su vida por mí. ¡Amén!

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