Monday, May 2, 2011

May | 02 | Cuando tu estómago se siente fatal

Palabra para meditar – BEBER

1 Pedro 1:10-12
“Los profetas, que anunciaron la gracia reservada para ustedes, estudiaron y observaron esta salvación. Querían descubrir a que tiempo y a cuáles circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando testificó de antemano acerca de los sufrimientos de Cristo y de la gloria que vendría despues de éstos. A ellos se les reveló que no se estaban sirviendo a sí mismos, sino que les servían a ustedes. Hablaban de las cosas que ahora les han anunciado los que les predicaron el evangelio por medio del Espíritu Santo enviado del cielo. Aun los mismo ángeles anhelan contemplar esas cosas.”

Cuando tu estómago se siente fatal


Eugene Peterson tiene razón cuando dice que no podemos deshacernos de las perplejidades desagradables y desconcertantes de la Biblia y que ellas son los “dolores de estómago” que aparecen al comer el más dulce de los libros. De hecho, ¡es Peterson quien nos anima a tener a la mano una alacena bien surtida con Alka Seltzer o Pepto Bismol cada vez que la leemos!

Por supuesto que creo en la inspiración verbal y plenaria de La Biblia; sin embargo, es cierto que la Palabra de Dios presenta sus desafíos. En mi caso, no es tanto el desafío textual que a veces surge, sino más bien el desafío narrativo. ¡Son las propias historias narradas en la Biblia las que a menudo me resultan descarnadamente asombrosas! Muchas de ellas me dejan boquiabierto y de hecho hasta apenado por Dios... Quiero decir, ¿acaso editó algo de este ejemplar antes de que fuera aprobado? ¡Seguramente que no! ¿Será acaso que algún editor asistente lo pasó disimuladamente sin que Él se diera cuenta, y entonces el relato embarazoso, la historia traviesa, la loca aventura asesina consiguieron su lugar en la página gracias a un sutil subterfugio y sin contar con Su conocimiento ni aprobación editorial? Por supuesto que no es el caso. Cada palabra, cada palabra fue escogida delicadamente por Él... Y esa sola idea me produce dolor de estómago; es decir... ¿en qué estaba Él pensando? Es que hay un buen número de historias que yo quitaría de inmediato porque es que yo las predico, las enseño, las como, las bebo, las trago, en ellas me sumerjo, ¡y algunas de ellas son un verdadero dolor de estómago!

Me pregunto si el color de Dios Espíritu Santo es rosa como el Pepto-Bismol. Porque he descubierto que cuando me sobreviene el dolor, Él es el único que puede aliviar los dolores estomacales de mi alma y las agitaciones de mi espíritu. Nuestro texto de esta noche nos habla de las enfermedades alimenticias de los profetas del pasado, que tuvieron problemas con lo que estaban escribiendo. Era el espíritu de Cristo que estaba en ellos, eso me gusta: era Dios Espíritu Santo el que los consolaba y tranquilizaba, el que acariciaba sus entrañas gruñonas y les decía: “No necesitan saber, no pueden saberlo por ahora; esto no es para ustedes. Lo que escriben es para aquellos que aún no han llegado, para aquellos a quienes les corresponde el fin de los tiempos. Shhhhhhhh... silencio, tranquilícense, y luego sigan escribiendo”.

La lectura de las Escrituras no puede ser nunca una tarea aislada porque cuando abrimos la Biblia, cuando nos sentamos a comer, siempre es una mesa para dos, ¡atendida por una multitud de camareros angelicales! Entonces, por favor, que les tranquilice saber que nuestro Ayudante siempre viste de rosa y no pasa desapercibido, de modo que cuando comamos ésta, la más dulce de todas las comidas, nos aseguremos de, con ella, beberlo a Él también. Pídele a Dios Espíritu Santo que te ayude a digerir las Escrituras.

Medita: “Me acerqué al angel y le pedí que me diera el rollo. Él me dijo, ‘Tómalo y cómetelo. Te amargará las entrañas, pero en la boca te sabrá dulce como la miel.’” Apocalipsis 10:9

Ora: “¡Bendito seas, Señor! ¡Enséñame tus decretos! Con mis labios he proclamado todos los juicios que has emitido. Me regocijo en el camino de tus estatutos más que en todas las riquezas. En tus preceptos medito, y pongo mis ojos en tus sendas. En tus decretos hallo mi deleite, y jamás olvidaré tu palabra.” Salmos 119:12-16

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