Thursday, May 26, 2011

May | 26 | UDejen que el jugo… ¡suelte! Sírvanlo como el sushi

Palabra para meditar – RESPETABLE

Marcos 12:37b
“La muchedumbre lo escuchaba con agrado.”

Dejen que el jugo… ¡suelte! Sírvanlo como el sushi


Recuerdo cuando declamé algunas poesías en la ciudad de Brighton delante de unos cuarenta tipos sin hogar, somnolientos y muy, muy rudos. Fueron sorprendentemente bien recibidas. Después de eso, un hombre con apariencia de Einstein, aparentemente culto y de rostro grisáceo, se me acercó y me dijo: “Sólo quería decirle lo mucho que aprecio su poesía y especialmente su forma de declamarla en público. Por supuesto sabe que está siguiéndole los pasos al gran inglés, Chaucer, quien igualmente se comunicaba muy bien en la lengua vernácula de su tiempo”. Realmente me sentí muy bien con sus comentarios, y por eso, cuando llegué a casa, lo primero que hice fue compartir la gran comparación que habían hecho de mí, con la orgullosa aguafiestas de mi hogar, mi esposa, quien sencillamente dijo “Hmmm, sí, Chaucer. Él también era crudo”. Típico. ¿De todas formas ella qué sabe?

Desafortunadamente hemos disminuido cada vez más el poder que tiene la Biblia, al hacerla sólo digna de un palacio en vez de digna del pavimento; al hacerla un libro para los estudiosos en vez de un libro para la acera. La gente común escuchaba a Jesús gustosamente, y puedo garantizarles que Él no usaba el lenguaje majestuoso de la versión Reina-Valera. La gente común: esa era la que lo escuchaba, esa fue la que lo recibió... ¡con gusto! No estoy hablando tampoco aquí de reducir el nivel intelectual, sino más bien de equiparnos con las palabras de hoy en día.

Necesitamos ganar otra vez algo de credibilidad en las calles cuando hablamos de las Escrituras. No obstante, antes de que eso suceda, necesitamos aflojar las poderosas fauces del león, y permitirle que ruja una vez más. Me pregunto si es que la Palabra de Dios escondida y diluida que estamos pregonando ahora, que durante los años también hemos disfrazado tan ajustadamente como un pequeño poodle blanco con rosado, vistoso y remilgado, es francamente demasiado vergonzosa como para sacarla a las calles. Porque nuestro uso incorrecto de ella en este sentido (y eso es lo que supone la dilución de la Palabra de Dios: un total uso incorrecto) le ha robado su poder asombroso y la ha avergonzado por completo. ¡Dios, ayúdanos por favor! Porque esta Palabra en su forma no diluida, es el mismísimo jugo dador de vida que cae de las hojas del árbol de la vida cuando se le exprime. Así que ¡sí señores! Necesitamos dejar que el jugo suelte incluso si ocasiona “que un disgustado de Tunbridge Wells” escriba muchas cartas. ¡Dejen que el jugo suelte!

Sin embargo, antes de que soltemos una vez más este jugo, me pregunto si necesitamos soltar a la mayoría de cristianos que leen ese libro jugoso, y especialmente a esa gentecita asustada que hemos enviado al consultorio dentista del seminario, en donde les han extraído todos sus dientes, y en donde los atuendos rústicos y listos del profeta han sido reemplazados por una respetabilidad bien arreglada y casual. ¡Señor Dios! (y esa es una oración de invocación), odio la respetabilidad. ¡De verdad! Es que verán… reconozco que esos cristianitos agradables que hablan educadamente le han hecho más daño al Reino de Dios que todo el daño que el diablo pudo haber causado jamás.

Tengo dos cosas con las cuales dejarlos en esta noche.

Primera una ecuación, y francamente tal vez soy sólo yo, pero en verdad encuentro que en mi vida, cuanto más virtuoso me hago en la experiencia y la práctica, menos pretenciosamente respetable parezco y actúo en lo externo. ¿Qué sentido está cobrando tu vida en términos de respetabilidad de la clase media, de la Inglaterra tradicionalista y conservadora en esta noche?
Segunda, que cuando un halcón con ojos de lince, pico afilado y garras planea, así sólo sea sigilosamente, por el lado de los nidos asentados de las colonias de estorninos, los pajaritos lo atacan. Profeta. Jesús el predicador de las calles. Presta atención a los pequeños y dulces estorninos porque no son tan dulces como puedes pensar, y te digo, no quieren que su lindo nidito se altere mucho, especialmente si su religión está en condiciones agitadas.
Incluso así y no obstante, recuerda beber la Biblia en su forma no diluida. Sí, recuerda sencillamente dejar que el jugo suelte; y siempre, predicador, insisto, siempre, sírvelo como el sushi: ¡crudo!

Medita: “Instigaron a unos hombres a decir, ‘Hemos oído a Esteban blasfemar contra Moisés y contra Dios.” Hechos 6:11

Ora: Líbranos oh Dios de todos los dulces y veloces estorninos y de todos los “Disgustados de Tunbridge Wells”; sí, líbranos de todos los cobardes de los púlpitos, plantados en macetas de cementerio y colocados pulcramente en viejos púlpitos barnizados, que odian ser perturbados y detestan perturbar a otros. No nos des rellenos de oro, Señor. ¡No! Puedes quedarte con toda esa basura inútil Señor, pero en su lugar, por favor haz crecer en nosotros un par nuevo de caninos afilados y concédenos ese rugido bien gutural y lleno de testosterona que tenían los profetas de antaño. Señor, deja que el jugo suelte y danos algo de “credibilidad popular” una vez más. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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