Saturday, May 28, 2011

May | 28 | “En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido?”

Palabra para meditar – ESPERANZA

Proverbios 18:14

“En la enfermedad, el ánimo levanta al enfermo; ¿pero quién podrá levantar al abatido?”

Sanación para el síndrome de la fatiga espiritual crónica
Los síntomas del síndrome de la fatiga espiritual crónica son:
Un agotamiento espiritual persistente y que reaparece con rapidez.
Una incapacidad de creer eternamente.
Total falta de esperanza.
Un sentimiento persistente de un destino funesto inminente.
Temor – de ser avergonzados
Temor – de quebrantarse
Temor – a la muerte.
Enojo – usualmente reprimido o no expresado.
Cinismo.
Silencio ante situaciones contínuas y crónicas.
Patrones de sueño irregulares.
Un sueño que no repara.
Un distanciamiento de Dios perceptible.
Un sentimiento de muerte hacia Dios.
Un cuestionamiento de prácticamente toda la fe que se tiene.
Una incapacidad para orar.
Todas llevan a otras manifestaciones espirituales, emocionales y físicas igual de mórbidas, de gran alcance, expresadas dentro de la mayor y más variada gama.
¡Oh! Y también existe otro síntoma asociado con esta condición, que es una incapacidad para creer en la bondad de Dios, o un cuestionamiento frente a la preocupación y bondad del Padre; en otras palabras: el pecado.

El tratamiento para esta condición tan debilitante es la aplicación combinada de las siguientes cinco terapias y enfoques:

Primero, un reconocimiento de la falta de sosiego del hombre interior tanto en su alma como en su espíritu. Sin un diagnóstico honesto y una explicación de la salud deteriorada, del desasosiego del hombre interior, el daño auto infligido, las heridas provocadas por otras personas ignorantes y la exposición a situaciones perjudiciales contínuas, sólo exacerbará el problema. Si ante todo estás enfermo del alma y del cuerpo, reconócelo.

Segundo, una terapia a un ritmo adaptable. Utiliza de manera correcta la energía espiritual que te quede para corresponder a los deberes o a la oración y la fe, lo que dará como resultado la culminación y el éxito. En otras palabras, cree y ora lo que puedas y cuando puedas, y combina esto con descanso y recuperación.

Tercero, una terapia de ejercicio graduado. En otras palabras, bajo la dirección de un mentor espiritual, de un amigo, un director, un consejero, un entrenador personal, o sí… de Dios Espíritu Santo, comienza con lentitud, firmeza y seguridad a expandir los límites de tu ejercicio de creer. Con lentitud, firmeza y seguridad.

Cuarto y más importante (de hecho esta terapia apoya y envuelve las otras tres terapias), participar diariamente, incluso constantemente, desde la mañana, al mediodía y hasta la noche, en una Terapia de Comportamiento Cognitivo. Con todo el vigor que puedas, ataca conscientemente tu sistema de creencias herido y pervertido, con la más concienzuda lectura de la Biblia y la meditación proclamada. Empieza a leer las Escrituras, no a manera de obtener información, sino a manera de una declaración personal y nacida del alma. Deja que Dios te hable. Espera que Dios te hable y cuando finalmente escuches Su susurro en tu alma, atrápalo, guárdalo y, de la forma que te resulte apropiada, proclámalo a tu espíritu. Puedes escribir ese susurro en tarjetas, o tal vez en la palma de tu mano utilizando un bolígrafo; pero sea lo que sea que hagas, asegúrate de proclamarte persistente y repetidamente, esa verdad que has recibido. Mi amigo, sencillamente estás quitando de tu cerebro todas las mentiras agotadoras y ruines que has terminado creyendo. En este ambiente entonces, ayúdale al proceso rodeándote de todo lo que sea positivo y sano.

Finalmente, con la aplicación de estas terapias llegará la luz, y con la luz llegará la convicción; con la convicción vendrá la confesión, y con una verdadera confesión llegará el perdón real; con el perdón real vendrá la alabanza sincera, ¡y con la alabanza sincera llegará un gozo indescriptible y lleno de gloria!

Esta no es una cura automática para el síndrome de la fatiga espiritual crónica, por supuesto, pero es la mejor que he descubierto hasta ahora. Entonces, que Dios te bendiga y sé bueno contigo mismo en esta noche y cada nuevo amanecer.

Medita: “Por último, hermanos, consideren bien todo lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio. Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí, y el Dios de paz estará con ustedes.” Filipenses 4:8-9

Ora: Tengo que creer que Tú ves mis tinieblas. Tengo que creer que Tú conoces mi dolor. Tengo que levantar mis manos en adoración y adorar Tu nombre. Tengo que declarar que Tú eres mi refugio. Tengo que negar la idea de que estoy solo. Tengo que alzar mis ojos a los montes, porque de ellos es que vendrá mi ayuda. Porque dijiste que Tu fidelidad es eterna. Dijiste que eres siempre verdadero. Dijiste que puedes mover las montañas, entonces si Tú puedes mover las montañas, también puedes mover las mías. Ayúdame a ponerme en pie cuando el viento sople sobre mí; ayúdame a estar firme cuando esté débil y temeroso; ayúdame a aferrarme de las vestiduras de adoración. Sí, ayúdame a cantar alabanzas cuando llegue la medianoche, y luego ven a soltar estas cadenas que atan mi alma. Mi pecado y mi vergüenza, oh Dios, mi pecado y mi vergüenza has perdonado y ahora me has curado. Gracias Señor, gracias mi Jesús. Amén. (Adaptado de “I have to Believe” – por Rita Springer)

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