Monday, May 30, 2011

May | 30 | Sobre la espalda ancha y emplumada

Palabra para meditar – ORAR

1 Reyes 2:20
“‘Quiero pedirte un pequeño favor,’ dijo ella, ‘Te ruego que no me lo nieges.’ ‘Dime de que se trata, madre mía. A ti no puedo negarte nada.’”

Sobre la espalda ancha y emplumada


Recuerdo que el recital final de mi hija para su grado en música consistía en dos hermosas canciones, ambas relacionadas con las madres. La primera era la canción de Claude Debussy, “Years pursues empty year”, y la otra era la canción de Henry Purcell “Tell me some pitying angel”. La primera de estas canciones cuenta el dolor sincero de una madre por su hijo pródigo, lamentándose en su corazón inconsolable por la pérdida de su hijo amado; la segunda, el pánico y terror violentamente abrumador de la virgen María al darse cuenta de la pérdida de su hijo Jesús en Jerusalén.

Yo, una vez por las hijas de Judá acariciada
Llamada entre las madres la más bendecida
Ahora por un cambio fatal la más afligida

El camino de la paternidad en estos días tan rebeldes, en estos días lúgubres, aparentemente desprovistos de la bendición abundante de Dios, es de lo más arriesgado. Son pocos los que parecen ahora navegar ese pasaje sin que sus corazones reciban una paliza en su pecho adolorido. No importa si el barco es bueno o no, cada familia de hoy en día se bambolea en estas aguas turbulentas y muchos hijos han caído por la borda, al parecer para no ser rescatados nunca. En ocasiones, parecería, para no ser vistos otra vez.

Dios, en relación con la humanidad, se revela como Santo Creador. Dios, en relación con Su familia adoptada, se revela como Padre. De hecho, Jesús vino a revelar al Padre. Siendo yo mismo padre, me identifico con el padre que anhela y busca a su hijo pródigo, quien noche tras noche explora el horizonte de la colina, esperando la llegada a casa de su hijo, esperando que la fiesta empiece, listo con el vestido y el anillo para cantar unas canciones rítmicas de karaoke, acompañadas de unos cuantos tragos y de un plato humeante de curry aromático, justo antes de que el DJ le dé inicio al baile animado. Es una fiesta de proporciones tan vastas y extravagantes que podría saciar el corazón más reseco de un padre que siempre está en oración, podría finalmente cerrar la cicatriz sangrante de un hijo extraviado. Sí, el padre reirá en este punto, incluso al salir a rogarle con brazos extendidos y labios conmovidos, a su otro hijo cuenta alubias, que está mirando con incredulidad por la ventana, reacio a entrar. ¡Ah!.Pero la madre... Sí, he visto a la madre, la he visto muchas, muchas veces y les cuento que la madre, como una bola plateada de pinball, estaría rebotando por las paredes, pasando de la risa al llanto, a las cosquillas y a las caricias, para llorar otra vez y luego abrazar, regañar, cruzar sus brazos y contemplar con anhelo su amor perdido, ahora encontrado, y cuando el niño, (porque a sus ojos ellos siempre serán sus niños), cuando el niño vaya a la cama, será ella quien los lleve hasta la habitación y se tome otra eternidad para contemplar con anhelo, mientras cierra la puerta de su hijo perdido ahora en casa.

En esta noche tal vez seas una madre que ha sufrido el silencio de los ángeles compasivos, que se han rehusado a decirte donde puede estar tu dulce pequeño. Tal vez en esta noche seas una madre destrozada por dentro, porque la fe y la duda han dividido de manera devastadora tu alma cansada. Tal vez en esta noche seas una madre descontenta con sus hijos, cuya ausencia persistente y sobre todo silenciosa ha embarcado las naves de la tristeza cargadas de pena, que cruzan tus años dolorosos que se van. Sí, tal vez en esta noche seas una madre, una madre en profunda angustia.

A todas las madres les digo: el Padre conoce tu dolor y escucha la oración que haces por el fruto de tu vientre. ¿Acaso no has sido en Él y por Él una dadora de vida? ¿Acaso se te ha quitado ese honor? Yo creo que no. Sí, todavía eres quien les ha dado la vida a esos hijos que amas. Y te digo que el cielo está lleno de hijos que por aire han llegado al Salvador, transportados en la espalda ancha y emplumada de las oraciones desplegadas como águilas de muchas madres confundidas. Madre, aún puedes darles vida a tus hijos. Sigue orando por ellos y no te detengas.

Medita: “El hombre llamó Eva a su mujer, porque ella sería la madre de todo viviente.” Génesis 3:20

Ora: Ahora mismo mi Señor, ten piedad de mis hijos; que de mí pueda brotar vida para ellos. Como habitas en mí, así también habita en ellos. Amén y Amén.

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