Sunday, June 5, 2011

Jun | 05 | ¿Cuál es tu monumento?

Palabra para meditar – RECUERDO

Judas 1:9
“Ni siquiera el arcángel Miguel, cuando argumentaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, se atrevió a pronunciar contra él un juicio de maldición, sino que dijo: ¡Que el Señor te reprenda!’”

¿Cuál es tu monumento?

Moisés estaba solo con Dios cuando su espíritu dejó su cuerpo para pasar al reino espiritual. Antes de que el equivalente demoníaco de Burke y Hare, como un par de perros de caza aullaran para echar mano del cuerpo, fue el arcángel Miguel, quien obedeciendo a la señal de Dios, se abalanzó sobre el viejo cuerpo del hombre de Dios y se lo echó sobre su poderoso hombro derecho, y empezó a moverse en dirección hacia el lugar señalado, el lugar secreto de la sepultura. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que su obediencia expedita fuera interrumpida por el mismo Lucifer quien, agarrando el brazo que colgaba del cuerpo, hizo dar vuelta a Miguel quien se topó con su rostro enfurecido que le gritaba: “¿Y a dónde diablos crees que vas con ese viejo que me pertenece?”

Este intento de secuestro de un cadáver, terminó en una fiera disputa entre estos dos seres poderosísimos, y en lo más acalorado de esa disputa, fue Miguel quien invocó la reprensión del mismo Dios que detiene las tormentas, para que detuviera al diablo, lo hiciera retroceder y lo atara ahí mismo mientras Miguel se escapaba, armado con su pala de plata, para librar al pueblo inconstante de Israel de los restos de una posible idolatría que con toda seguridad habría surgido, como una Meca, como una Plaza Roja de Stalin en medio de las masas, ¡incluso como un reemplazo desenfrenado de Dios mismo!

De la misma extraña forma, es posible que cualquier cuerpo, especialmente los cuerpos muertos de los que alguna vez fueran poderosos e influyentes, se conviertan en objeto de una sutil idolatría.

Fue James Douglas, el cuarto Conde de Morton y recientemente elegido regente de Escocia, quien llorando sobre el cuerpo de John Knox en el cementerio de St. Giles, justamente dijo: “Aquí yace uno que no favoreció ni temió carne alguna”. Por supuesto, si ahora fuéramos a buscar esa misma tumba sobre la que se vertieron lágrimas y elogios sorprendentes, si fuéramos a buscar la tumba de este “Rufián de la Reforma”, entonces probablemente no veríamos la placa pequeñita colocada en el asfalto y señalando su ubicación actual, porque posiblemente estaría cubierta por un vehículo colocado en el estacionamiento # 44 junto a la Catedral de St. Giles. Sí, no hay nada que dé indicios de la tumba del más grande escocés que jamás haya vivido y que está escondido bajo un estacionamiento, ¿o sí?

Ahora, tal vez puedas pensar que la ausencia de un gran monumento que reconozca el lugar donde yace este gran escocés es escandalosa, pero recuerda que fue el Dr. Charles D Brokenshire quien aparentemente escribió sobre Knox: “Escocia no ha erigido ningún monumento en la tumba de John Knox, porque Escocia es su monumento”. Imagina eso en esta noche. Imagina tener una nación como monumento para ti. ¡Sólo imáginalo! ¡El monumento de Moisés es Israel! ¡El monumento de Knox es Escocia! Entonces, ¿cuál es tu monumento en esta noche? ¿Qué aspiras dejar atrás como recuerdo y como Gloria del Dios Altísimo? ¿Tal vez sea una generación fiel a Dios? Ese es un gran monumento al qué aspirar para dejar, ¿no crees? Así que si piensas que eres un verdadero artífice de la historia, y no sólo un hablador, porque de esos tenemos muchos, sino un verdadero hacedor de historia, entonces permíteme preguntarte una vez más: ¿cuál va a ser tu monumento?

Medita: “Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡Tuyos serán los confines de la tierra!” Salmos 2:8

Ora: Oh Dios, concédeme mayor amplitud en mi visión, una más vasta de lo que jamás pueda ser cualquier losa de mármol. Te lo pido en el nombre de Jesús. ¡Amén!


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