Sunday, June 12, 2011

Jun | 12 | Francamente, ella estaba equivocada

Palabra para meditar – CENTRO

Romanos 7:18
“Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo.”

Francamente, ella estaba equivocada

En 1942, una jovencita de trece años escribió con expectativa en su nuevo diario: “Espero que pueda confiártelo todo, porque nunca he podido confiar en nadie, y espero que seas una gran fuente de consuelo y apoyo”. Al poco tiempo esta niña tendría que recurrir a un escondite en Ámsterdam, donde pasaría los siguientes dos años de su vida escribiendo sus experiencias, pensamientos, ideas y sueños, antes de ser capturada por los nazis y embarcada a Bergen Belsen, donde moriría más tarde de tuberculosis, tan sólo un mes antes de que la Segunda Guerra Mundial llegara a su fin. Hoy es el Día de Anna Frank, un buen día para recordar la vida de esta notable jovencita.

El 21 de julio de 1944, a pesar de su contínua reclusión y temores, Anna escribe de la manera más esperanzadora y extraordinaria: “Es difícil en tiempos como éste: En nuestro interior surgen ideales, sueños y esperanzas valiosas, sólo para ser aplastados por la horrenda realidad. Es sorprendente que yo no haya abandonado todos mis ideales, porque parecen tan absurdos y poco prácticos... Sin embargo, me aferro a ellos porque creo, a pesar de todo, que las personas realmente son buenas en su corazón”. Desafortunadamente, en sus apreciaciones frente a la humanidad en general y a los individuos que la conforman, Anna estaba muy, pero muy equivocada.

Una de las mayores diferencias entre el cristianismo, el humanismo secular y muchas religiones del mundo, es la odiosa conclusión a la que ha llegado en cuanto a que la fuente del hombre, la raíz del hombre, su corazón, es en esencia, no bueno; ¡No! No solamente es no-bueno, sino es malo, incluso malvado. Esta verdad bíblica va en contra de cada fibra de nuestro ser la cual, a pesar del mal efervescente que como un reflujo ácido se hace camino cual lava ardiente, abriendo su paso por nuestra garganta y saliendo explosivamente de nuestras bocas devoradoras, nos repite una y otra vez esa mentira de antaño: Que en realidad somos realmente buenos; que en realidad somos intrínsecamente amorosos y de buena moral, y que sólo necesitamos una oportunidad para brillar, una oportunidad para que la bondad de la humanidad, la bondad de nosotros mismos, fluya libremente de nuestro ser. Este es un sueño hermoso pero sigue siendo una mentira eterna, a pesar de que cada cosa y todo lo que Gene Roddenberry alguna vez haya tocado, intente metérnosla en nuestra garganta para que nos la sigamos tragando.

El propósito de semejante apreciación bíblica y odiosa de la humanidad, e incluso de ti mismo, es hacerte que te postres delante de Jesús. El propósito de semejante apreciación bíblica y odiosa de la humanidad e incluso de ti mismo, es hacer que seas Cristocéntrico, en vez de egocéntrico. Permíteme entonces preguntarte, ¿Cuál ha sido tu fuente el día de hoy? ¿Cuál ha sido tu centro? ¿El ego pecador o el permanecer en Cristo? No te engañes: En tu corazón, eres corrupto. ¡Permanece en Cristo!

Medita: “El fariseo se puso a orar consigo mismo: "Oh Dios, te doy gracias porque no soy como otros hombres —ladrones, malhechores, adúlteros— ni mucho menos como ese recaudador de impuestos. Ayuno dos veces a la semana y doy la décima parte de todo lo que recibo." En cambio, el recaudador de impuestos, que se había quedado a cierta distancia, ni siquiera se atrevía a alzar la vista al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: "¡Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador!" Les digo que éste, y no aquél, volvió a su casa justificado ante Dios. Pues todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.” Lucas 18:11-14

Ora: Señor, esto es algo difícil de creer. Cuanto más vivo, más percibo que todo esto es cierto en los demás; no obstante, Señor, menos dispuesto estoy a creer que es plenamente cierto en mí también. ¡Qué perversión tan fiera y sutil, Señor, qué herejía tan engañosa y detestable pareciera estar dispuesto a creer sobre mí mismo! Jesús, sé mi centro en esta noche, el día de mañana y siempre. Te lo pido; ayúdame a permanecer en ti. Amén.

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