Sunday, June 19, 2011

Jun | 19 | Un corazón abierto, una casa abierta y una billetera abierta

Palabra para meditar – SACRIFICIO

Nehemías 5:14,15
“Desde el año veinte del reinado de Artajerjes, cuando fui designado gobernador de la tierra de Judá, hasta el año treinta y dos, es decir, durante doce años, ni mis hermanos ni yo utilizamos el impuesto que me correspondía como gobernador. En cambio, los gobernadores que me precedieron habían impuesto cargas sobre el pueblo, y cada día les habían exigido comida y vino por un valor de cuarenta monedas de plata. También sus criados oprimían al pueblo. En cambio yo, por temor a Dios, no hice nada de eso.”

Un corazón abierto, una casa abierta y una billetera abierta

Nehemías el judío, copero del Rey de Babilonia, estaba en una muy buena posición: Astuto, acaudalado, saludable y estable, no había razón para que cambiara esta posición tan suntuosa y próspera, excepto que era un hombre práctico, un hombre patriótico, y sobre todo, un hombre de oración; y amigos, cualquier matemático espiritual les dirá que el producto de mucha oración y patriotismo práctico, siempre resultará en problemas dentro del corazón donde esa ecuación se desarrolle. Si no me creen, pregúntenle a Cromwell.

Entonces un día Nehemías recibe a algunos judíos de Jerusalén, su propia ciudad capital, y escucha la historia lamentable del estado penoso en el que se encuentran ella misma y sus habitantes. La ecuación empieza a desarrollarse, y movido por este mandamiento judicial divino y matemático, Nehemías tiene el coraje para obtener el permiso de su potentado terrenal para volver a su casa durante algún tiempo (algo bien pensado y planeado para ese tiempo, por cierto), con el único propósito de restaurar al pueblo de Dios y a su ciudad capital, como lugar de protección, de oración y de prosperidad para ellos. El costo personal para Nehemías fue enorme.
De las alturas espléndidas de la seguridad que ofrecía Babilonia, Nehemías regresó a una ciudad bombardeada, de murallas destruídas y de espíritus quebrantados. Regresó bajo la sospecha de su propio pueblo y de sus enemigos, incluso bajo ataques de sus enemigos y de su pueblo, y aun así les llevó, a su mesa asediada, su sabiduría, su habilidades y su riqueza. Es de esta última que quiero hablar en esta noche: De la riqueza de Nehemías.

Nehemías no se mostró tímido a la hora de presentarse y de exponer el costo personal que para él implicaba semejante restauración radical, y me alegro de ello, porque tengan por seguro que esa restauración radical es excepcionalmente costosa. Siguiendo la practicidad propia de Nehemías, hagamos lo mismo y destaquemos que durante doce años no cobró lo que por derecho era suyo. Por el contrario, de sus propios bolsillos abundantes, financió y alimentó una multitud de proyectos y personas. Este no fue un despilfarro planificado de sus recursos personales, sino más bien un ejemplo de sacrificio bien lidereado, con el objetivo de conseguir una reconstrucción bien enfocada. Cada centavo fue gastado adecuadamente y de cada centavo se rindieron cuentas. ¡Creo que debemos pensar seriamente en la posibilidad de instalar a Nehemías de manera permanente en el N°11 de Downing Street!

Ha llegado la hora en mi propio país de Gran Bretaña, de hacer una reconstrucción enfocada y resuelta de la iglesia del Dios viviente, porque todos sus muros están dañados y tienen brechas, y porque de todo el fuego del que se habla, el único que ha tenido efecto es el que ha destruido nuestros portones. De hecho, el enemigo tiene sus bodegas en las mismas salas de nuestros templos, y Sambalat y Tobías, los dos asesinos, ya han desenvainado sus espadas entre nosotros. Hoy mismo, justo ahora, necesitamos muchos ‘Nehemías’, consumidos por el celo, que a gran costo personal entreguen sus vidas en forma de traslado, liderazgo, experiencia y para ser más específico y práctico, con sus billeteras. Sin ellos, Jerusalén no podrá ser reconstruida de nuevo en esta tierra placentera y llena de verdor. ¿Serás tú un Nehemías?

Medita: “Al contrario, tanto yo como mis criados trabajamos en la reconstrucción de la muralla y no compramos ningún terreno. A mi mesa se sentaban ciento cincuenta hombres, entre judíos y oficiales, sin contar a los que llegaban de países vecinos. Era tarea de todos los días preparar un buey, seis ovejas escogidas y algunas aves; y cada diez días se traía vino en abundancia. Pero nunca utilicé el impuesto que me correspondía como gobernador, porque ya el pueblo tenía una carga muy pesada. ¡Recuerda, Dios mío, todo lo que he hecho por este pueblo, y favoréceme!” Nehemías 5:16-19

Ora: ‘Implanta’ Tus ecuaciones en el corazón de aquellos que puedan hacerle bien a Jerusalén, Señor. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén.

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