Monday, July 4, 2011

Jul | 04 | ¡Día de Independencia!

Palabra para meditar – COHETES

Génesis 3:22-24
“Y dijo: El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal. No vaya a ser que extienda su mano y también tome del fruto del árbol de la vida, y lo coma y viva para siempre. Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho. Luego de expulsarlo, puso al oriente del jardín del Edén a los querubines, y una espada ardiente que se movía por todos lados, para custodiar el camino que lleva al árbol de la vida.”

¡Día de Independencia!

¡Caramba! ¡Qué increíbles cohetes o fuegos artificiales podemos lanzar a nuestros cielos! ¡Qué destellos de truenos, qué brillantes arcoíris goteantes, qué colores chisporroteantes, chiflando, tronando y silbando; podemos momentáneamente desplegar encima de nuestras cabezas como el sombrero de guerra (encendido con luz de neón) de un indio que baila y en su regocijo arroja su sombrero hacia arriba, hacia el lentamente giratorio cielo. Sin embargo, más allá de este centelleo pasajero y tenue de gozo artificial y caro, de un gozo que no satisface, sí años-luz más allá del destello centelleante de las celebraciones terrenales, allá entre galaxias sin nombre, más allá de Andrómeda y de las constelaciones, los fuegos artificiales de Dios todavía centellean cada vez más, y queman por siempre más brillantemente en la confianza cósmica de una maravilla eterna que solamente le complace a El.

Por miles de años no se nos ha permitido asistir a este espectáculo de canto de centinelas angelicales, los cuales liberan y llenan poderosamente de gloria todo Su universo. No, porque desde que tomamos nuestra independencia en aquel fatídico día, porque desde aquella caída, desde aquel día de tragedia independentista, un ángel con una flameante y resplandeciente espada (para protección nuestra) ha estado parado constantemente delante de las puertas del Parque de Diversiones Eterno y ha estado gritando “ ¡Aléjense!¡Aléjense, o serán lastimados!

El sentido de pérdida que yace dentro de nosotros con respecto a esta exclusión eterna es indescriptiblemente profundo ya que a pesar de nuestra preciada y alardeada independencia, nosotros nos sentimos muy, pero muy solos. Tanto es así que hemos tratado de reproducir la diversión de Su parque en nuestros propios fuegos sexuales, nuestros propios fuegos financieros, y en nuestros propios fuegos de éxito, solamente para darnos cuenta de que estos están mal abastecidos, que queman siempre a la baja, que parpadean hasta llegar a convertirse en ascuas y cenizas, en la siempre fría luz de nuestros días. Todas las “Días de Independencia” que celebremos tratando de independizarnos de nuestro Padre amoroso y fiel, nos dejarán sintiéndonos cada vez más solos. Un testimonio de esto, es que nosotros raramente, muy raramente levantamos nuestras cabezas para mirar Sus fuegos artificiales que brillan por siempre en el cielo, porque cuando lo hacemos, recordamos, sí, recordamos nuestro dolor. Permítanme preguntarles amigos, aparte de hoy ¿cuándo fue la última vez que contemplaron el cielo lleno de Sus fuegos artificiales? ¿Cuándo fue la última vez que miraron arriba y por encima de los placeres cercados de Sus campos llenos de diversión, de Sus sellados y cercados parques de diversión?¿Cuándo fue la última vez que permitiste que el sonido de risueños serafines, en montañas rusas llenos de ellas cantaran Gloria y se movieran con anticipado entusiasmo con la música, zumbando y tarareando y el sonar del bombeo y los motores vivientes enormes, todos generando luz, cayera con entusiasmo sobre tus oídos? ¿Cuando fue la última vez que tu mirada atrajo hacia tí el aroma de manzanas acarameladas y de algodón de azúcar, de hot dogs con mostaza y palomitas con mantequilla, y permitiste que subiera por tu nariz y te hiciera cosquillas en tus papilas gustativas detrás de tu lengua e hiciera que tu boca babeara por algo tan anhelado?

En esta noche, en este celebrado pero solitario Día de Independencia nuestro, apaguemos las luces, descorramos las cortinas y acostémonos tranquilos bajo nuestras cálidas sábanas. Entonces, contemplemos a través de la ventana, más allá de las puertas de Dios en el cielo oscuro de la noche, esas puertas que están siempre alumbradas con las maravillas de los fuegos artificiales del Padre, que proclaman por siempre un Domingo eterno, un interminable día de diversión para aquellos que tienen un boleto para montar, un boleto para esconderse, un boleto para vivir y morar por siempre con Jesús. Abramos entonces nuestros sentidos en esta noche, a las visiones y sonidos, los olores y los ligeros toques del mundo del más allá, del mundo por venir, nuestro hogar celestial de gozo eterno.

Si ya tú tienes tu boleto, entonces tienes grandes razones para mirar y escuchar con expectante anhelo todos los placeres que Dios tiene para ti en Cristo Jesús. Por lo tanto, en esta noche, mira más allá de los destellos pasajeros de las celebraciones humanas y dirige tu mirada por encima de estas, hacia las profundidades de los cielos, permitiendo así que la esperanza expectante camine de la mano con el anhelo, hasta tu casa y hasta tu cama.

Medita: “Sabemos que toda la creación todavía gime a una, como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esa esperanza fuimos salvados. Pero la esperanza que se ve, ya no es esperanza. ¿Quién espera lo que ya tiene? Pero si esperamos lo que todavía no tenemos, en la espera mostramos nuestra constancia.” Romanos 8:22-25

Ora: Señor, por favor, perdona nuestros días de independencia y ten misericordia de nuestras ya pasadas y perdidas largas noches de soledad. Señor, en esta noche, permite que yo pueda escuchar la música de tus rotantes esferas celestes. Señor, en esta noche, en mis sueños permíteme mirar tu fantástico parque de diversiones. Padre mío, permíteme contemplar nuevamente el gozo que tienes reservado para mí, para nosotros, juntos. Señor, en esta noche, llena mis sentidos adormecidos, con un placer sin medida. Señor, en esta noche, llévame a través de tus puertas, llévame hambriento a tu mesa y dame manzanas acarameladas, todas tus manzanas acarameladas de placer. Señor, en esta noche, en tu gracia y en tu misericordia, convierte esa manzana mordida y amarga en una manzana cada vez más dulce. En el nombre de Jesús te lo pido. Amén.

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