Sunday, July 10, 2011

Jul | 10 | Sobre el placer y el dolor

Palabra para meditar – INDOLORO

Jeremías 15:18
“¿Por qué no cesa mi dolor?¿Por qué es incurable mi herida?¿Por qué se resiste a sanar?¿Serás para mí un torrente engañoso de aguas no confiables?”

Sobre el placer y el dolor


Yo fui uno de los denominados “niños llavero”. Mis padres trabajaban, y no era sólo que cada noche regresara a una casa vacía, sino que en las mañanas me dejaban siempre por mí cuenta en casa de un comerciante mañanero, quien salía apurado y la abandonaba a toda prisa.

Mi padre siempre me dejaba algún dinero escondido en los zapatos que me iba a poner en la mañana, o dentro de unos calcetines limpios: sólo lo suficiente para comprar algunas golosinas en aquel día solitario. Sin embargo, el consuelo matinal que representaba lo dulce, era una tentación demasiado grande para un niño pequeño, así que todos los días trotaba cinco minutos por la carretera hasta la tienda de periódicos y caramelos en busca de alguna compañía. Esa compañía era la historieta de la mañana con sus páginas emanando el fresco olor a tinta de imprenta y repletas con las alegres travesuras de “Daniel el Travieso”. Con el objetivo de acompañar esta amistosa solución de papel, también compraba una barra grande de chocolate para mojarla en una humeante taza de té con abundante azúcar. Hacía esto todos los días, y no es de extrañar que ya a los doce años de edad presentara mis primeros problemas dentales de consideración.

La influencia del azúcar ha permanecido conmigo por el resto de mi vida, al igual que la consiguiente destrucción dental. Sí, el azúcar me ha consolado pero también me ha costado muy caro. He pagado por ella en cortes y coronas, tratamientos de endodoncia, antibióticos, grandes cantidades de amalgama envenenada con mercurio, aparatos dentales y puentes, y seguramente en el futuro, ¡en implantes! Pero más que nada, he pagado mi placer pasajero, mi consuelo azucarado, con padecer un constante dolor dental. Díganme, además de los mareos al navegar ¿existe algún dolor peor que el de una muela impactada, infestada, rota y fisurada? Pobre dulce niño, lamento si esta noche sufres de un dolor de muelas. Entonces estas palabras que siguen a mi preámbulo pueden no confortarte mucho esta noche, así que espero que al menos sea cierta para ti la primera parte de la declaración de Romeo sobre las ‘drogas del curandero’: “¡Ah, leal boticario, tus drogas son rápidas!” De modo que deseo que esta noche el medicamento de tu doctor actúe rápido, pues la noche en su quietud sólo parece alargar el paso del tiempo y amplificar la presencia del dolor pulsante de una muela que se ha echado a perder.

En ambas esferas en las que habitamos, la visible y la invisible, Dios nos hizo para que seamos seres sensibles que experimentamos comodidad y cercanía, distancia y temor, placer y dolor. Igual que nosotros, tal vez más que nosotros, Adán y Eva también fueron creados repletos de cosquilleos y sensaciones, de terminaciones nerviosas de todo tipo para probar y degustar. Y era tanto así que hacia el este, en un lugar llamado Edén, incluso dentro de los propios límites del jardín de Dios, estoy seguro de que se podían escuchar exclamaciones de felicidad y otros cantos alegres de “Aleluya y Alabado sea Dios”, al igual que diferentes expresiones de dolor. ¡Sí! Estoy seguro que a Adán se le hacía agua la boca y saboreaba lo mejor de la fruta, y también que si se hubiese golpeado el pulgar con un martillo ¡sentiría una oleada de dolor punzante mientras brincaba por todos lados agitando frenéticamente su mano! Sí, incluso en la economía de Dios, si un ángel accidentalmente se proyectara contra una ventana, ¡estoy seguro que tanto su ego como sus alas saldrían lastimadas!

¿Se dan cuenta de cuál es la regla? Pues del mismo modo que la sensación de placer se puede sentir de una manera maravillosa, también entonces se puede sentir la presencia de un dolor punzante. Dios nos ha hecho seres sensibles y desea que continuemos siéndolo.

Entonces, en mi opinión, no hay duda de que en la resurrección y en la restauración de todas las cosas a una más completa y adecuada gloria, existirá la presencia del ‘policía del dolor’, alertándonos de la pena y advirtiéndonos del peligro de continuar practicando el dolor. Sin embargo, también estoy seguro, y esto es muy importante, que a diferencia de estos tiempos bajo este sol que se apaga, en la resurrección y en la restauración de todas las cosas a una más completa y adecuada gloria, cualquier crecimiento reconstituyente como resultado de la sanidad de dolorosas penas, no será algo duro, no será ni siquiera doloroso en sí, ¡sino más bien una muy agradable experiencia! Sí, creo que existirán algunos tipos de dolores necesarios en la próxima era. Pues donde hay placer también hay dolor. ¿Se dan cuenta de cuál es la regla?

Habiendo dicho todo esto, también estoy muy convencido de que el más profundo de los dolores, es decir, las enfermedades del cuerpo, las enfermedades de la mente y las del corazón, no nos seguirán al cielo. El dolor de la pérdida, los dolores de la ausencia y la soledad se irán completamente para nunca regresar. El dolor de la culpa y el dolor de la pena, el dolor de la condenación, el dolor de la acusación, el dolor de la desesperanza, incluso el profundo dolor que causa la oscuridad de una depresión debilitante, todos desaparecerán para nunca más regresar. Pues si estos dolores permanecieren, incluso el cielo se transformaría en un infierno viviente. Y esto no va a suceder.

Créanme cuando les digo que la sanidad de estas profundas penas hasta su total eliminación es, en todos los sentidos algo muy maravilloso, y en todos los sentidos, para mí, lo más milagroso de todas las maravillas de un cielo sanador. Si, ¡en verdad creo que Él eliminará de una vez por todas esas tan profundas y muy horribles penas!

Mientras tanto, de este lado de la restauración, todos experimentaremos el dolor de la putrefacción. Incluso las bien dotadas bellezas, radiantes, sonrientes, con sus blanquísimos dientes, con la vitalidad aprisionada dentro de sus firmes y tonificados músculos y bajo la fina y bronceada piel, también partirán todas y pronto, sí, muy pronto, serán devoradas por el gusano de la muerte, el cual a propósito, siempre comienza su comida mientras el aliento y la esperanza danzan juntos en nuestros cuerpos en un abrazo de vana inutilidad. Sí, el dolor de la enfermedad es un terrible augurio de que algún día moriremos. No ignoren tal dolor, sino traten de arreglarlo, pero más que nada siempre dejen que los guíe hacia una sanidad eterna en Jesús.

Entonces, que en esta noche, el día de mañana y siempre, puedan encontrar un gran dentista y un buen doctor, un perspicaz psiquiatra y un amable psicólogo. Que siempre tengan dinero para pagar sus servicios; pero que llegue el día, más temprano que tarde, en que con todas vuestras enfermedades dolorosas busquen la cura eterna para el eterno problema de la muerte que yace dentro de ustedes. Que pronto, muy pronto encuentren al Sanador para su alma y con ella, la sanidad en Él Mismo. Que la presencia de Jesús les libre ahora, o al menos alivie, los dolores de la enfermedad ¡hasta que Él le libre de ellos para siempre!

Finalmente, antes que se duerman esta noche, agradezcamos a Dios por los dentistas y la xylocaína, por los doctores y por las curaciones y las ayudas de todo tipo que ahora podemos encontrar con tanta facilidad bajo este sol que rápidamente se apaga.

Reflexiona: “Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. El que estaba sentado en el trono dijo: ¡Yo hago nuevas todas las cosas! Y añadió: Escribe, porque estas palabras son verdaderas y dignas de confianza.” Apocalipsis 21:4,5 NVI

Ora: Oh Señor, permite que aquellos que esta noche sufren todo tipo de dolor de enfermedad, sientan el dulce toque de Jesús en sus largas y dolorosas noches. Ciertamente mi Señor, oramos por aquellos que sufren dolor para que les otorgues Tu bienamado sueño. Oh Señor, fortalece con Tu presencia y Tu poder de protección a aquellos que de todas maneras deben transitar la noche con esta terrible compañía, de modo que nunca sufran eternamente. Por favor Señor, por el bien de ellos e incluso por nuestro propio bien, líbralos de este gran ladrón de alegría, de este mofador de Tu redención, de eso que destruye la paz, de este gusano de la muerte, de este tan terrible dolor que les devora. Pedimos, oh Señor, que hagas esto tanto por ellos como por nosotros. Finalmente, Padre, mi imaginación no es suficiente ante la maravilla de la eliminación del recuerdo de tales profundas penas. Sin embargo añoro ese día. Sí, Señor, te agradezco esta noche por ese seguro día que está por venir, cuando mediante Tu amado Hijo¡desterrarás por siempre esta pena y la mandarás hacia el abismo! Gracias Señor, que de algún modo, incluso algún día cercano, Tú nos harás estar verdaderamente sanos y completos una vez más. Amén.




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