Wednesday, August 10, 2011

Aug | 10 | De lágrimas y almohadas

Palabra para meditar – RECORDADO

Salmos 56:8
“Toma en cuenta mis lamentos; registra mi llanto en tu libro. ¿Acaso no lo tienes anotado?” (NVI)

De lágrimas y almohadas

Un día como hoy en 1846 se creó el instituto Smithsonian. James Smithson, un inglés, hijo ilegítimo y no reconocido de un noble, nació en Francia y fue enterrado en Italia. Aunque a lo largo de su vida viajó mucho, ¡jamás había visitado los Estados Unidos! Sin embargo, al momento de su muerte legó su fortuna a su sobrino, Henry James Dickinson, hijo de su hermano, quien había muerto en 1820, y dejó estipulado que: “Si ese sobrino moría sin hijos legítimos o ilegítimos, el dinero debería pasar a los Estados Unidos de América, con el fin de fundar en Washington un establecimiento para el incremento y difusión del conocimiento entre los hombres”. El sobrino de Smithson, el Sr. Henry James, efectivamente murió sin dejar herederos y por lo tanto, más de medio millón de dólares en oro llegaron a los Estados Unidos. Una buena cantidad incluso para aquellos días, ¡eso es seguro!

Smithson dedicó su vida a investigar el mundo natural, y a la edad de tan sólo veintidós años era ya la encarnación de un químico y mineralogista. Se convirtió en el más joven socio elegido de la Royal Society of London for Improving Natural Knowledge (Real Sociedad de Londres para el Avance de la Ciencia Natural). Smithson escribió veintisiete documentos científicos durante su vida, uno de los cuales incluso estuvo dedicado a la composición química... de una lágrima de mujer. ¡Imaginen eso!

Las lágrimas son el líquido producido por el cuerpo tanto para limpiar como para lubricar los ojos. De hecho hay tres tipos de lágrimas: las primeras son basales, producidas por el sistema lagrimal; básicamente mantienen la córnea lubricada constantemente. El segundo tipo corresponde a las llamadas lágrimas reflejas, y que se producen en un intento por limpiar el ojo como respuesta a cualquier irritación, desde el polvo hasta los vapores de la cebolla. ¡¿No es Dios maravilloso?!

El tercer tipo de lágrimas corresponde a las que son comunes sólo a los seres humanos y son las lágrimas físicas, las lágrimas del llanto, que se producen bajo una fuerte presión emocional o dolor físico. Wikipedia dice que “las lágrimas producidas por las emociones, tienen una composición química diferente a la de las lágrimas lubricantes”. Tal vez y después de todo, ¡Smithson no resultó tan excéntrico en sus investigaciones científicas!

Ciertamente, el lazo entre nuestros sistemas de memoria declarativa y emocional, produce lágrimas. Por lo tanto, la causa de estas lágrimas, al igual que la composición química de las mismas, han hecho que para nosotros sean especiales, ricas en experiencias, honorables incluso y dignas de una reflexión muy especial.

Las lágrimas de tristeza, las lágrimas por una herida, las lágrimas de pena, las lágrimas de dolor, de hecho todos los mares de nuestras lágrimas, vertidos durante siglos por miles de millones de hombres, mujeres y niños por igual, son dignas de atención, notables, no se olvidan. En tiempos pasados, las lágrimas derramadas en los funerales, por ejemplo, se colocaban en una botella que luego se ponía en la tumba como señal de respeto. También se dice que en la guerra civil de Estados Unidos las mujeres que quedaban solas y que lloraban por sus hombres, guardaban sus lágrimas en una botella y luego se las daban a aquellos cuando volvían, como símbolo de su amor y testimonio de su fidelidad.

A propósito, vender “las lágrimas guardadas” en botellas, o vasos lacrimatorios, como se les llama, es todavía hoy un buen negocio, y por tan sólo unos cuantos dólares ¡puedes comprar tu propia botella de lágrimas y hacer que te la lleven a la puerta de tu casa! Sin embargo, todavía pienso que incluso nuestro hábil ejercicio comercial de hoy en día, no quita la virtud que todos nosotros concedemos a las lágrimas que se lloran genuinamente.

En nuestro versículo para hoy, David, bajo la dirección del Espíritu Santo, dice algo tan real, tan sencillo incluso, que es sólido en su profundidad y supremamente reconfortante en su contenido. David nos dice que Dios tiene dos métodos para registrar nuestras penas: Dios tiene tanto una botella como un libro para las lágrimas de Su pueblo. ¿Sabías que los estantes del estudio de Dios están llenos de decenas de miles de millones de botellas resplandecientes adornadas con joyas y que muchas de ellas contienen tus lágrimas? Lágrimas que creíste que nadie veía, lágrimas que pensaste no le preocupaban a nadie, lágrimas a las que creíste que Él también era indiferente, lágrimas que pensaste que Él había olvidado... ¡No! ¡No las ha olvidado! Porque en la contabilidad doble de Dios, no sólo hay una botella sino que también hay un libro, y en ese libro hay un registro de cada milímetro de lágrimas psíquicas de compuesto especial que has vertido en la tierra, en medio de tus angustias. Querido amigo, amado de Dios, cada lágrima está registrada y guardada... cada una de ellas.

Entonces podemos irnos a dormir en esta noche, sabiendo que Dios contempla nuestras penas con tierna compasión y genuina preocupación. Entonces podemos irnos a dormir en esta noche, sabiendo que también Él se siente realmente afligido con nuestras aflicciones y que nuestros dolores en efecto son preciosos ante Sus ojos, y jamás se olvida de ellos. Entonces, en lo que se refiere a nuestras penas, déjame decirte una vez más en esta noche, que Dios lleva un doble registro de ellas, tanto en botellas como en libros.

Medita: “Ve y dile a Ezequías que así dice el Señor, Dios de su antepasado David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas” Isaías 38:5a (NVI)

Ora: Señor, gran parte de lo que jamás podría expresar, mi ser entero lo ha envuelto en un compuesto químico para verterlo a Tus pies. Según Tu Palabra, todo esto está depositado en Ti. Entonces, oh Dios, toca mis lágrimas, sécalas de Tus propias mejillas. Que caigan mi Dios, y luego con Tu lengua prueba lo que es mi más terrible preocupación, prueba todas mis penas desesperadas, prueba todas mis súplicas lamentables, que ahora brotan de los surcos de Tus labios, y se acumulan en la comisura de Tu boca. Oh Señor, que mis lágrimas transformen Tus papilas gustativas en altares, que se enciendan ardientes con las súplicas ofrecidas en mis momentos más desesperados; y luego, que Tu degustación se convierta en Tu palabra y en Tu envío de consuelo y de respuestas, para el más desesperado de mis lechos. En esta noche, mi Dios, cierro mis ojos y Te ruego diciendo. “Aun con todo, ven pronto Señor Jesús, sí, aun con todo, ven pronto Señor Jesús”. Amén.




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