Thursday, August 11, 2011

Aug | 11 | ¡Arriba el surf!

Palabra para meditar – SALVAR

Job 9:8
“Él se basta para extender los cielos; somete a su dominio las olas del mar.”

¡Arriba el surf!

No muchos pueden imaginarse a Dios como el surfista celestial. No muchos imaginan al Dios del cielo agarrando Su tabla gigante y corriendo hacia las olas estrepitosas, dejando a Su paso Sus grandes huellas en la arena, levantando los gránulos al aire mientras se mete de cabeza gritando “¡Cowabunga!” y remando hacia la masa estremecida de la humanidad, en la que todos se balancean como boyas perdidas, piden ayuda y suplican por un salvador mientras las profundidades comienzan a halarlos hacia los abismos de las oscuras aguas heladas. Bueno, pues permítanme en esta noche, por favor, pintarles una imagen de Dios, el gran surfista celestial; de Dios, el eterno salvavidas, que vigila los mares para ver a quiénes va a tener que salvar.

Un día como hoy en 1911, la Unión Atlética Amateur de Hawai envió emocionada un telegrama con noticias sorprendentes, a la oficina central de la Unión en Nueva York. Los que estaban en ese momento a cargo y que recibieron la noticia, no obstante, fueron bastante incrédulos ante la misma y consecuentemente respondieron el telegrama, diciendo: “¿Qué cronómetros están utilizando? ¿Despertadores?” Es que verán, la UAA de Hawai había reportado que al que era entonces el récord de natación de 100 yardas en estilo libre ¡lo habían hecho trizas en el puerto de Honolulú! De hecho había sido Duke Paoa Kahinu Mokoe Hulikohola Kahanamoku, quien había superado el récord por 4.6 segundos, y quien a propósito se convirtió también en el ganador de una medalla de oro olímpica en tres ocasiones.

El pueblo polinesio, y en particular los hawaianos, ¡inventaron el arte de surfear! Durante su juventud, en las playas de Waikiki y después de la escuela, Duke Kahanamoku utilizaba una tabla tradicional de surfeo, construida siguiendo el estilo de las tablas hawaianas antiguas. Su tabla de surf, construida con madera del árbol del Koa, ¡medía casi 5 metros de largo y pesaba 53 kilos! Entre competencias olímpicas, Duke Kahanamoku viajaba por el mundo haciendo exposiciones de natación, y ¿adivinen qué?... Sí, también incorporaba las exhibiciones de surf en su rutina. Fue tal defensor y propagador de este arte ancestral, que hoy en día es considerado como el padre del surf moderno.

Cuerpos bronceados, cabellos largos, rubios, desgreñados y aclarados por el sol, pantalones sueltos de playa, caminado sinuoso y muchos “¡hola amigo!”, pueden evocar la imagen del surfista moderno, pero les digo que fue realmente un incidente en California, ocurrido en 1925 en la playa de Newport, el que realmente nos proporciona una imagen de nuestro Dios, como surfista celestial.

En la zona de rompientes, Duke Kahanamoku rescató ocho hombres de una embarcación velera que se volcó cuando intentaba entrar al puerto de la ciudad. Veintinueve pescadores cayeron al agua y diecisiete perecieron. No obstante, Duke Kahanamoku, utilizando su tabla de surf, pudo hacer viajes rápidos de ida y vuelta para rescatar a tantos marineros como pudo. Junto con él, otros dos surfistas salvaron cuatro pescadores más. En ese momento el jefe de policía de Newport se refirió a los esfuerzos de Duke como “el acto de rescate en tabla de surf más heroico que jamás se haya visto”. Qué gran trío de surfistas salvadores el que pudo verse en California en esos días tan desastrosos en Newport.

Nuestro versículo de hoy nos describe de manera poética los grandiosos pies de nuestro grandioso Dios, pisando la zona de rompientes. Sí, aquí en nuestro versículo para esta noche, Job nos describe a Dios, pisando las olas del desastre; nos describe a Dios, pisando las olas de la muerte; nos describe a Dios, pisando las olas hambrientas de justicia, con la fuerza de un guerrero que inclina Su arco para encordarlo como preparación para la guerra, o como un ejército conquistador que marcha hacia la tierra que pretende reclamar; Job nos describe a Dios, pisando con confianza y autoridad al enemigo rebelde y repugnante que está delante. En nuestro texto para esta noche, Dios, como un surfista celestial, bronceado, fuerte y poderoso, está en pie imperturbable, está en pie con autoridad majestuosa, justo en medio de una humanidad que se ahoga, levantando y salvando, cargando y cuidando, mimando y acariciando a aquellos que ha sacado de lo profundo, y depositándolos sanos y salvos en la playa celestial más hermosa.

¿Qué tormentas enfrentas en esta noche, amigo? Deja de preocuparte, porque tu Dios Poderoso tiene la fuerza para salvarte, y camina con autoridad conquistadora y salvadora, sobre todas las olas de tus mares tormentosos.

Medita: “Hombres de poca fe, les contestó, ¿por qué tienen tanto miedo? Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo. Los discípulos no salían de su asombro, y decían: ¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?” Mateo 8:26-27

Ora: En cuanto a mí, Señor, levanto mi oración en el tiempo aceptable. Por tu gran amor, oh Dios, respóndeme; por tu fidelidad, sálvame. Sácame del fango; no permitas que me hunda. Líbrame de los que me odian, y de las aguas profundas. No dejes que me arrastre la corriente; no permitas que me trague el abismo, ni que el foso cierre sus fauces sobre mí. Respóndeme, Señor, por tu bondad y tu amor; por tu gran compasión, vuélvete a mí. No escondas tu rostro de este siervo tuyo; respóndeme pronto, que estoy angustiado. Ven a mi lado, y rescátame; redímeme, por causa de mis enemigos. Salmos 69:13-18




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