Friday, May 6, 2011

May | 06 | Thundereggs

Palabra para meditar – DURO

Mateo 13:15
“Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oírian con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría.”

Thundereggs



En los Estados Unidos, los antiguos indios americanos describen la aparición de los espíritus del trueno, que cuando están consumidos por su rabia, se arrojan mutuamente rocas del tamaño de una bola de béisbol. Estas rocas esféricas, duras y ahuecadas se llaman “thundereggs” (mejor conocidos como lipiditos en español); y tienen todo su valor real, toda su belleza real, y toda su colorida y brillante esencia real tan completamente sellada en su interior, que da la impresión de que estarán encerrados para siempre. No hay llave para liberarlos, no hay camino fácil para acceder a esa gloria interior, porque la lava ardiente que les dio esa existencia encapsulada ha condenado tanto a la roca como a su tesoro interior, a la oscuridad eterna. Así que todo lo que realmente podrá verse desde el exterior de estas “thundereggs” será una roca antigua y redonda, desgastada, dura e impenetrable.

Anoche escuché a dos “personas estereotipo” que hablaban; en otras palabras, escuché a dos personas que aparecieron en la televisión y que, en mi opinión, eran el paradigma de aquellas tendencias culturales, sociales y del pecado, que tan hábilmente representaban, a saber: el pecador suculento y el justificador pretencioso del pecador suculento. La mujer, una psicóloga clínica, parecía acariciar con cada respiración el pecado del hombre que se veía mayor, en una actitud para nada crítica; era más bien en una actitud que justificaba, en una forma loca y complaciente, un egoísmo imprudente y licencioso, que a su vez, revelaba que la antigua estrella seguía siendo un mar embravecido, haciendo aún “espuma” en forma desvergonzada después de todos estos años, para que todos lo vieran. Fue aterrador.

Ahora bien, el mundo está lleno de pecadores, de los cuales yo soy uno y siendo franco, con pecados personales que en ciertas áreas exceden abundantemente la triste concha vieja de ese pecador seductor, que a golpes se abrió camino entre las preguntas tontas del otro cerebro reducido que justificaba su locura con cada aliento en el que le decía “eso es, eso es, mi bebé”. ¡No!, ¡No estoy juzgando aquí! Sin embargo, estoy haciendo un juicio. Porque lo que más me sorprendió al observar esta reveladora entrevista, oscura y estrambótica, fue la presencia continua de ese espíritu maligno, seductor e indulgente consigo mismo, que aún se deleitaba al revivir todas sus formas antiguas de pecado, y que, de tener oportunidad... sí, de tener oportunidad, los cometería todos otra vez y en esta ocasión con el doble del gusto. En esa descabellada entrevista con aquel hombre “rabo verde”, ahora de edad y que tantos años atrás había perdido su increíble atractivo, no podía encontrarse asomo de arrepentimiento ni remordimiento, excepto por el remordimiento de no protegerse a sí mismo del dolor que le causaron otros y del dolor a su propio ego. No, sólo fue un revivir y recordar los pecados tan plenamente consentidos en un tiempo no tan lejano. He visto a muchas personas de edad encerradas en el pasado. Lo que son ahora ha sido concebido en la burbuja de su previa corriente de lava, ardiente y pecaminosa. Cualquier cosa buena y digna de honor, cualquier gloria original, no ha visto y, de hecho, puede que nunca vea la luz del día. ¿Saben? Hay una terrible dureza que llega cuando uno ha vivido una vida llena de pecado.

Para que nosotros dejemos de ser “thundereggs”, debemos salir de la corriente de lava ardiente de nuestro pecado y del pecado de los otros, y en cambio, vivir activamente una vida de arrepentimiento continuo, cuyas señales se reflejen claramente en el servicio, la dulzura, y sobre todo, la ausencia de todo egoísmo. Debemos vivir esta vida de arrepentimiento cada día, no sea que también nosotros quedemos atrapados en nuestra auto-justificada locura y, en nuestra ira maliciosa, especialmente en nuestros días finales, arrojemos enfermizamente rocas esféricas, oscuras y burdas a la cabezas sangrantes de otros.

Medita: “No pudieron ponerse de acuerdo entre sí, y comenzaron a irse cuando Pablo añadió esta última declaración, ‘Con razón el Espíritu Santo les habló a sus antepasados por medio del profeta Isaías diciendo:"Ve a este pueblo y dile: Por mucho que oigan, no entenderán; por mucho que vean, no percibirán. Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible; se les han embotado los oídos, y se les han cerrado los ojos. De lo contrario, verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían, y yo los sanaría." Por tanto, quiero que sepan que esta salvación de Dios se ha enviado a los gentiles, y ellos sí escucharán.’” Hechos 28:25-29

Ora: Ablanda mi corazón. Señor, ablanda mi corazón, aléjame de toda indiferencia, para que pueda sentir tu compasión, y llorar con tus lágrimas; ven y ablanda mi corazón. ¡Oh Señor, ablanda mi corazón! (Graham Kendrick).
 

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