Sunday, January 20, 2013

Jan | 20 | ¡Predicación militante!

CONFRONTA

Jeremías 38:6 
Ellos tomaron a Jeremías y, bajándolo con cuerdas, lo echaron en la cisterna del patio de la guardia, la cual era de Malquías, el hijo del rey. Pero como en la cisterna no había agua, sino lodo, Jeremías se hundió en él.  

¡Predicación militante!


Para alguien que ama el Antiguo Testamento como yo, es muy alentador encontrar que el primer Sermón Cristiano del Nuevo Testamento está firmemente colocado y profundamente arraigado en las expresiones proféticas de esos dos grandes profetas del Antiguo Testamento, Joel y David. Durante siglos, como era la tradición judía, los que nos antecedieron se sentaron para leer estas mismas palabras de Dios. Ahora, sin embargo, ¡Pedro lo hizo de pie! ¡Él se puso de pie para proclamar el Evangelio! ¡La buena nueva es una nueva gloriosa pero jamás fue una nueva agradable! Siempre ha confrontado el orgulloso espíritu del hombre; siempre ha sido, por eso mismo, por necesidad, ¡una proclamación para hacerse de pie!

La proclamación de las buenas nuevas confronta a las personas de frente. Los llama al arrepentimiento de su pasado egoísta y luego al compromiso de un futuro de sacrificio, nuevo, diferente y glorioso. El Evangelio es un desafío para el cambio; el Evangelio es un desafío para creer, para nacer de nuevo ¡sí, el Evangelio es una proclamación que se nos ha dado como una encomienda, es un rugido del mismísimo Gran León, no un pequeño maullido de un gatito! Así que es por su propia naturaleza, algo que trae confrontación.

Así pues, Pedro permaneció de pié. Él enfrentó la batalla, permaneció de pié para cosechar, permaneció de pié para destruir y de pié para derrotar al enemigo. ¡Satanás caía allí, amigos! Observen cómo, con un sonido de trueno, la pequeña piedra que finalmente rodará hasta convertirse en una gran montaña y superará a todos los reinos de la tierra, es ahora arrojada con tal fuerza apostólica por la honda verbal de Pedro que, una vez más, destroza los cráneos del orgullo arrogante. Lo hizo caer chocando como un trueno, tan fuerte que su saliva y su moco se diseminaron sobre toda la arena, y sus dientes rotos se incrustaron en la tierra sucia al tiempo que su espada gigante, ahora estaba postrada sobre la tierra, silenciosa, al igual que su cuerpo flácido y conquistado, esperando por el joven David de rostro ruborizado para que reclamara el arma como propia, pusiera su pie en el cuello de este enemigo declarado, pero ahora caído y totalmente vencido, y degollara completamente su cabeza ensangrentada! Esta es una predicación del Evangelio y, lamento decir, que ha pasado mucho tiempo ya desde que hemos visto u oído algo parecido en nuestras tierras.

Hoy necesitamos una restauración de dicha predicación profética y apostólica. Predicación que llama a una revolución por escuchar la Palabra de Dios. Predicación que envía palabras desafiantes de gloria y fuego, a los hombres fuertes cuyos corazones se encuentran sitiados; palabras que derriban fortalezas por su impacto y palabras que hicieron caer al más grande de todos los gigantes y, les digo amigos, todo lo que quedará a los pies de tal predicación apostólica serán montañas de escombros y cabezas ensangrentadas. ¡Ojalá que nosotros, los predicadores, nos cansemos de las predicaciones que más bien parecen clases de arreglos florales, donde se usan palabras delicadas, inofensivas y motivacionales, rodeadas de temerosas frases trilladas y con mínima Escritura que se presenta a tantos durante veinte minutos, más o menos, en la mañana de los Domingos! ¡Ojalá que nosotros, los que escuchamos la Palabra, nos cansemos de esos sonrientes, y escurridizos predicadores modernos que predican del esfuerzo personal o la auto-ayuda. Esos oradores que revelan sus estómagos gordos y sin ejercitar, con sus muchos sermoncitos motivacionales que danzan en los labios de esos otros bien arreglados, con ojos llamativos, bocas pequeñas y llenos de joyas que tintinean! ¡Que todos nos cansemos de esas bocas melosas y embusteras!

Alguien ha dicho que “lo único que alguna vez produjeron los Sermoncitos, fueron Cristianitos” y yo lo creo, porque lo he visto y, ¿saben?, ¡estoy cansado de tanta superficialidad! ¿Ustedes no?

Hermanos, ¡oren siempre por la unción apostólica sobre las cabezas de todos los maestros, todos los profetas y todos los líderes de la iglesia militante aquí en la tierra!

Reflexiona: “Por lo tanto, pónganse toda la armadura de Dios, para que cuando llegue el día malo puedan resistir hasta el fin con firmeza.” Efesios 6:13

Ora: Señor Jesús, ayúdame a darme cuenta del poder de Tu presencia en mí. Señor, por favor, pon un hierro candente en los predicadores de nuestros días, y otorga a los oídos que escuchan, corazones y bocas valientes, para que puedan expresar su hambre no satisfecha. Te lo pido en el nombre de Jesús. ¡Amén!

 

No comments:

Post a Comment