Friday, January 25, 2013

Jan | 25 | El vendaval de Dios

ESPERANDO

Hechos 2: 2
De repente, vino del cielo un ruido como el de una violenta ráfaga de viento y llenó toda la casa donde estaban reunidos.

El vendaval de Dios

Los neumáticos chirriaron, pero aun así, no dejaron marcas de caucho en el camino de brea caliente. La tetera silbó, pero a pesar de eso las aguas estaban frías; y mientras esperaban por el Todopoderoso, cuando Elías cubría su rostro atemorizado y miraba desde la oscura cueva que era su escondite observando la devastación que el viento, la tierra y el fuego habían traído y que ahora estaba delante de él, su conclusión fue que Él, el SEÑOR, no había estado en el fuego ardiente, ni en el terremoto devastador, ni en el estruendo de los fuertes vientos! No, el arribo del Dios Todopoderoso llegó después de toda la conmoción catastrófica, en forma de una Voz, suave y tierna. ¿La escuchas susurrándote en tu corazón?¿Escuchas la voz de Dios? ¿Sientes su sonido conmovedor acariciándote como un dulce viento y repicando en tus oídos?¿Estás escuchando su, oh, tan quieto sonido?

Adán escuchó el sonido del Señor caminando en el Jardín... ¿puedes tu escucharlo a Él caminando en tu jardín, cantando Sus cantos de gozo delante de ti? Escucha. Shhhhh… no, en serio, escucha. Gentil, tranquilo, vigoroso, conmovedor, poderoso, quieto. ¿Lo oyes? Si no es así, entonces deja lo que estás haciendo y ¡haz silencio! Deténte un poco, pues a Dios lo escuchamos en los momentos más silenciosos de nuestra vida, en el espacio entre la locura de nuestro diario vivir y todas nuestras prisas. ¡Sí, a Dios se le escucha, especialmente, en ese espacio tranquilo en medio de toda la locura!

Jesús no alzó Su voz en la calle cuando proclamó Su mensaje, en el sentido de que no era un llamado para despertar a la muchedumbre ruidosa hacia el arrepentimiento, sin embargo aquí en nuestro versículo, con el arribo de la promesa del Padre, el Espíritu Santo llega de modo tal al mundo material y con tal sonido poderoso y conmovedor ¡que Él llenó toda la casa donde los discípulos estaban observando y esperando con el sonido de un viento con fuerza de tormenta! ¡Imagínense! ¡Qué vendaval de diferencia aparecía ahora sobre ellos y en ellos!

Aun cuando el sonido de una fuerza de vendaval llenó la casa de arriba a abajo, ¡ni una cortina se levantó por la brisa, ni un cabello estaba fuera de su lugar en las pequeñas cabezas esperanzadas de los discípulos que esperaban y oraban, y a nadie se le puso la piel de gallina! Aun así, el sonido de un gran y desbordante viento anunció el arribo tan esperado del Grande y Magnífico Libertador! Fue como si un vacío eterno había sido por fin llenado; fue como si un vértice de promesas hubiera ahora traspasado a los que esperaban, sí, a los que anhelaban y derramado Su misma presencia, Su pureza infinita y Su pasión sempiterna en el hueco eterno y vacío del hombre interior, donde Dios había gobernado una vez, hace tanto, tanto tiempo.

Amigos, aquí en nuestro versículo para hoy, el Rey de Reyes finalmente había venido y reclamado los pabellones dolorosos de un pueblo miserable. Ahora el fin había comenzado y con él, había introducido el inicio de un nuevo comienzo que no terminaría jamás... ¡Y todo con el sonido de un poderoso viento recio! Díganme, ¿qué han estado escuchando, o buscando hoy? Recuerden que Su poder se ve en el viento, ¡pero Su voz se escucha en un susurro!

Reflexiona: “Así que David volvió a consultar al SEÑOR. -No los ataques todavía —le respondió el SEÑOR—; rodéalos hasta llegar a los árboles de bálsamo, y entonces atácalos por la retaguardia. Tan pronto como oigas un ruido como de pasos sobre las copas de los árboles, lánzate al ataque, pues eso quiere decir que el SEÑOR va al frente de ti para derrotar al ejército filisteo.” 2ª Samuel 5:23-24

Ora: Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea Tu nombre; que venga Tu reino, ¡que se haga Tu voluntad aquí en la tierra, como en el cielo! ¡Amén!

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