Sunday, January 27, 2013

Jan | 27 | Corazones sangrantes

CONVICCIÓN

Hechos 2:37
Cuando oyeron esto, todos se sintieron profundamente conmovidos y les dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Hermanos, ¿qué debemos hacer?


Corazones sangrantes

La primera señal real de la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona, es la convicción del pecado. ¿Cómo reconocemos esa convicción del Espíritu Santo? Bueno, primero permítanme mostrarles ¡lo que no es!

Primero, no es solamente una interpretación inteligente de lo que la Biblia dice sobre el pecado; tampoco es un acatamiento o un acuerdo a regañadientes con lo que la Biblia dice sobre nosotros.

Segundo, no es solamente una huella profunda; una necesidad, una marca de culpa hecha con fuego en nuestra mente; no es tampoco el sentirse muy mal, o infeliz o desalentado por las cosas que hemos hecho o hemos dejado de hacer. ¡No! ¡Es mucho más que eso!

Tercero, no es solamente sentirnos acongojados, abrumados o aniquilados por nuestra conciencia acusadora, despertada de su sueño como un pobre cadáver descuidado que apunta sus dedos huesudos hacia nuestros delitos. ¡No! ¡Es mucho más, mucho, mucho más que eso!

La convicción es un temor que nos llena por completo y acelera nuestro corazón; un profundo y terrible sentido de un horror condenatorio de que nuestro sucio y engañoso pecado tiene sus raíces en el mismo corazón de quienes somos nosotros. Cuando la verdadera convicción del Espíritu Santo llega, nos damos cuenta de la profunda oscuridad en la que nos encontramos. Es un profundo despertar del corazón al hecho de que toda nuestra vida hemos estado cautivos y bajo la esclavitud enfermiza, el poder manipulado por el diablo, y la persuasión engañosa de nuestro propio pecado. Es una profunda comprensión de que hemos deshonrado a Dios, que nos hemos arruinado a nosotros mismos y destruido a otros en tan gran manera, que sabemos que la ira de Dios contra nosotros está totalmente justificada y que se acerca, lista para caer sobre nosotros en cualquier momento, como espada azotadora y fuego ardiente.

Robert Murray McCheyne escribe: “Hay una gran diferencia entre conocer lo horrible de nuestros pecados y el sentir lo horrible de nuestros pecados. Hay una gran diferencia entre saber que el vinagre es amargo y el probar y darnos cuenta de que verdaderamente es amargo. Hay una gran diferencia entre saber que el fuego nos quemará, y, en verdad sentir el dolor de ser quemado”. ¡Y tiene razón! Leer nuestra Biblia, escucharla cuando se predica de ella, leer libros sobre ella, todo esto es inútil, sí, totalmente inútil, a menos que el Espíritu Santo utilice las palabras para dar un sentido profundo a nuestras vidas y dar vida a nuestros corazones fríos y muertos. Él, quien hizo nuestro corazón, es el único que, por medio de Su Espíritu, puede sacar a la luz la oscuridad que llevamos dentro, hacer que la degustemos, que la sintamos y que nos desangremos con tales lágrimas de arrepentimiento que no podamos evitar emitir el más desesperado de los gritos de: “¡¿Qué debemos hacer para ser salvos?!”

¿Se sienten muy mal en cuanto a lo que son y en cuanto a lo que han hecho? ¡Entonces, tienen esperanza! pues la primera señal verdadera de la obra del Espíritu Santo en la vida de una persona es la convicción del pecado. Sigue a ese sentimiento horrible amigo y deja que éste, como un terrible tsunami, limpie tus costas de la auto-justificación y te lleve a los brazos expectantes, traspasados y sangrantes de tu Salvador.

Finalmente permíteme decirte que si tú te dices un Cristiano que ha sido liberado del pecado y de las obras de la oscuridad, y sin embargo, nunca has sentido la convicción del Espíritu Santo, entonces, temo por ti mi amigo, ¡realmente, temo por ti!

Reflexiona: “Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y malo. ¿Quién puede comprenderlo?” Jeremías 17:9

Ora: Padre mío, estoy avergonzado y completamente deshecho frente a Tu temible Majestad. Oh Jesús, por favor perdóname. Oh Jesús, por favor ayúdame. Oh Jesús, por favor ¡sáname y sálvame! Amén y amén.

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