Saturday, February 23, 2013

Feb | 23 | La llama de Jehová

AMA
 

Cantares 8:7 Ni las muchas aguas pueden apagarlo, ni los ríos pueden extinguirlo. Sin embargo, si alguien ofreciera todas sus riquezas a cambio del amor, sólo conseguiría el desprecio. 

La llama de Jehová

En la película de M. Knight Shyamalan del 2004, La Aldea, el personaje de la Sra. Clack, una anciana de la misma, cuestiona la decisión de otro anciano llamado Edward Walker, de enviar a su hija ciega, Ivy, a buscar medicina para su prometido Lucius, quien había sido apuñalado y ahora se encontraba al borde de la muerte. Walker contesta a la reconvención de Clack diciendo: “Ella es más capaz que la mayoría en esta aldea, porque a ella la guía el amor. El mundo se mueve por el amor. Frente a él, la gente se arrodilla con asombro”. Me gustó la película pero esa declaración me llamó mucho la atención: “El mundo se mueve por el amor. ¡Frente a él, la gente se arrodilla con asombro!”

En nuestro versículo para hoy, Salomón describe al amor como profundo y peligroso, un inextinguible e insondable fuego de pasión, más aún ¡la misma llama de Jehová! El amor no es algo que pueda ser comprado, sino algo que es encendido internamente, iluminado desde lo más profundo; internamente consumiendo al poseedor y externamente envolviendo a los poseídos por el amor, en candente fuego. Esta es una lectura muy sencilla del versículo. El verdadero amor es salvaje y apasionado más allá de toda descripción.

Siglos de malos entendidos y especialmente de fabricar excusas para los pecados sexuales, han presentado al amor ya sea como una chispa encendida que viaja en el viento y que aterriza en donde quiere y cuando quiere sobre las personas totalmente inadvertidas, o bien como deseos no buscados y penetrantes, enviados por una flecha aguda que se desvanece sobre los desprevenidos solteros, asestada por un adorado y pequeño querubín de trasero gordo, alegre y lleno de vida ¡además de muy travieso! “¡Ah, el amor!” decimos entonces, “¡el corazón es tan caprichoso en su elección!” A eso puedo decir: “¡que montón de tonterías!”

La respuesta Cristiana a tal falacia ha sido el presentar al amor como una elección. “¡El amor!” decimos, “es una elección”, (se los dije) ¡y estamos en lo cierto! Nosotros escogemos el amor, en lugar de que él nos escoja a nosotros. Sin embargo, el problema es que tal elección ha sido presentada con mucha frecuencia como si fuera un acero quirúrgico, esterilizado y clínico, que deja a los oyentes como a los practicantes de dicho amor, tanto fríos como cadavéricos. Gracias a Dios que el poema de amor de Salomón, tan atiborrado de implicaciones físicas y espirituales, ¡presenta al amor como todo, menos frío y pasivo! ¡El amor que uno elige es fiero, terriblemente apasionado y muy peligroso!

Amigos, cuando elegimos amar a alguien, aun aquellos que son difíciles de amar, ¡debemos esperar sentir alguna emoción, al final quizá, pero debemos sentir algo! ¡No obstante, cuando elegimos amar a nuestro cónyuge, debemos no sólo esperar sino exigir que nuestras emociones nos sigan, y rápido! Debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para preparar la escena, proveer el combustible, encender el fuego y ventilar la llama. ¿Les parece que este tipo de amor no existe? “Bueno”, dirán algunos, “luego de 30 ó 40 años de matrimonio, criando niños, pagando una hipoteca, trabajando 60 horas a la semana, afrontando problemas de salud, pérdidas, preocupaciones, problemas, tentaciones (¡y hemorroides!) ¡pueden estar seguros de que no existe!” Pero yo les digo, que pueden estar seguros de que el amar es mucho, pero mucho mejor que eso. El elegir amar es la cosa más honorable y preciosa que uno puede hacer. El compañerismo, la diversión y cosas maravillosas siempre seguirán a una elección consistente de complacer al otro sin esperar nada a cambio de esa persona que uno ama, y con quien uno ha hecho un pacto de amor.

Si quieres “moverle el tapete” a tu cónyuge, si quieres sacudir su mundo, si quieres que hasta los ángeles se sorprendan ante tu capacidad de darte a ti mismo, entonces opta por amar intencionalmente y por amar con pasión. Recuerda: “El mundo se mueve por el amor y frente a él, ¡la gente se arrodilla con asombro!”.

Reflexiona: “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. Así mismo el esposo debe amar a su esposa como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo, pues nadie ha odiado jamás a su propio cuerpo; al contrario, lo alimenta y lo cuida, así como Cristo hace con la iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo. Esto es un misterio profundo; yo me refiero a Cristo y a la iglesia. En todo caso, cada uno de ustedes ame también a su esposa como a sí mismo, y que la esposa respete a su esposo.” Efesios 5:25-33
… Y aconseja a las jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos.” Tito 2:4

Ora: Querido Señor, permite que encuentre a mi amor en una calle de doble vía, para que la pasión pueda encontrar allí a su alma gemela, y pase lo que pase, Dios, sin importar lo que otros digan, yo elijo amar. Magnífico Jehová Dios, ven y enciende mi fuego con Tu llama apasionada de amor. Amén.



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