Thursday, April 11, 2013

Apr | 11 | Tocando leprosos

TOCA

Levítico 13:45-46
“La persona que contraiga una infección se vestirá de harapos y no se peinará; con el rostro semi-cubierto irá gritando, '¡Impuro! ¡Impuro!', y será impuro todo el tiempo que le dure la enfermedad. Es impuro, así que deberá vivir aislado y fuera del campamento.”

Tocando leprosos


En mi informe personal, que fue presentado al departamento de recursos humanos, yo lo recomendé para "ser considerado seriamente para cualquier oferta de empleo en la empresa". De hecho, yo animé por escrito a la compañía a aceptarlo "Tan pronto como exista una vacuna, yo recomiendo que usted lo emplee." Por supuesto, yo había querido decir vacante. ¡Qué gran diferencia puede causar en una frase la adición de unas pequeñas letras!

El corrector ortográfico me llevó de vacante a vacuna de un solo golpe. Esa es mi defensa, su Señoría, ¡y me mantengo! Los correctores ortográficos no son tan inteligentes después de todo, pero tampoco lo soy yo. Por cierto, ellos nunca me preguntaron qué enfermedad yo pensaba que él tenía o qué tan infecciosa era. Tal vez eso no importaba. Afortunadamente, eso tampoco le importa a Jesús, El estaba y está muy acostumbrado a tocar leprosos.

La desensibilizante y desfigurante naturaleza cruel y devastadora de la lepra, ha sido, desde el principio, una imagen despreciable de la corrupción interna con la que el pecado nos agobia a todos. La mayoría de nosotros estamos conscientes de ello, pero vivimos en tal negación de su influencia tan fuerte, que funcionamos en el nivel de las comparaciones cínicas diciendo, "Bueno, yo no soy tan malo como ella", o "Yo podría ser peor, como aquél" y "No es tan malo en realidad." Todos hemos en algún momento, tratando de cambiar nuestros hábitos, mejorar la propensión a hacer cosas malas y practicar cosas agradables, todo en un intento de eliminar la mancha de la lepra de nosotros. Esto no se puede lograr. Me pregunto, tal vez, si tenemos que ver más de su horror o llenarnos más con su hedor o hacer que nos consuma y nos devore un poquito más, antes de dejar de lado nuestro orgullo y salir corriendo hacia Jesús, en desesperación por ayuda y sanidad. Saben, yo veo la desesperación cada vez más como un don divino. Tal vez el más misericordioso que alguna vez podríamos recibir. Lucas, el médico, nos habla de un hombre en cierta ciudad, lleno de lepra, que corrió hacia Jesús y dijo: "Si tú quieres, puedes limpiarme". Dime, ¿qué tan lleno de pecado 'leproso' te encuentras tú hoy? ¿Hacia dónde estás corriendo en busca de ayuda?

Reflexiona: “Jesús extendió la mano y tocó al hombre, diciendo 'Quiero, ¡sé limpio!' Y al instante la lepra le dejó.” Lucas 5:13

Ora: Señor, gracias por estar más dispuesto a sanarme que yo a ser sanado. Alcánzame, tócame y límpiame hoy, oh, mi Salvador, porque Tú eres mi única esperanza. Amén.

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