Monday, July 15, 2013

Jul | 15 | Fe en el herrero

PELEA

Josué 7:1-5
Sin embargo, los israelitas desobedecieron al Señor conservando lo que él había decidido que fuera destinado a la destrucción, pues Acán hijo de Carmí, nieto de Zabdí y bisnieto de Zera, guardó para sí parte del botín que Dios había destinado al exterminio. Este hombre de la tribu de Judá provocó la ira del Señor contra los israelitas. Josué envió a unos hombres de Jericó hacia Hai, lugar cercano a Bet Avén, frente a Betel, y les dijo: Vayan a explorar la tierra. Fueron, pues, a explorar la ciudad de Hai. Poco después regresaron y le dieron el siguiente informe a Josué: No es necesario que todo el pueblo vaya a la batalla. Dos o tres mil soldados serán suficientes para que tomemos Hai. Esa población tiene muy pocos hombres y no hay necesidad de cansar a todo el pueblo. Por esa razón, sólo fueron a la batalla tres mil soldados, pero los de Hai los derrotaron. El ejército israelita sufrió treinta y seis bajas, y fue perseguido desde la puerta de la ciudad hasta las canteras. Allí, en una pendiente, fueron vencidos. Como resultado, todo el pueblo se acobardó y se llenó de miedo.

Fe en el herrero

Las solas bravuconadas y la confianza en uno mismo no constituyen ninguna intimidación para los enemigos. Si no te has entrenado, si no conoces a tu enemigo, si no has caminado con sabiduría y obediencia durante tu preparación, esas bravuconadas ignorantes no son más que mera tontería.
David, el joven rubicundo, sin duda alguna tenía miedo de acercarse a Goliat de Gat. No obstante, su corazón estaba en forma porque su método y armas habían sido ensayados y probados. “David le respondió: A mí me toca cuidar el rebaño de mi padre. Cuando un león o un oso viene y se lleva una oveja del rebaño, yo lo persigo y lo golpeo hasta que suelta la presa. Y si el animal me ataca, lo sigo golpeando hasta matarlo. Si este siervo de Su Majestad ha matado leones y osos, lo mismo puede hacer con ese filisteo pagano, porque está desafiando al ejército del Dios viviente.” (1 Samuel 17, 34-36). ¡David estaba listo! El intimidar y burlarse de los enemigos antes de la batalla, el dar forma y hacer pedazos los corazones antes de que se lance la piedra o de que se blanda la espada, no es mera bravuconada. Debe surgir del hecho de que ya hayamos ensayado, entrenado y probado plenamente lo que estamos a punto de utilizar. Conocemos la fortaleza y el valor de las cosas que Dios nos ha dado para usar en la pelea.

Las armas de nuestra milicia no son carnales ¡sino poderosas! ¿Sabían eso? ¿Han sentido el impacto estremecedor de un arma de Dios cuando la han utilizado en contra de Su enemigo? Sin embargo, más importante que esto amigos, nuestra confianza debe estar puesta en algo más que en el arma y en saber manejarla. Nuestra fe debe estar en el Herrero de esas armas. “El SEÑOR, que me libró de las garras del león y del oso, también me librará del poder de ese filisteo. ” (1ª Samuel 17:37).

Muchos de ustedes no sólo no tienen ni idea de lo que estoy hablando, sino que también sienten que el uso de mi parte de palabras bélicas los perturba profundamente y va en contra de lo que ustedes creen que es el pensamiento de Cristo, ¿no? Permítanme animarlos a examinar las Escrituras y a encontrar al Cristo de las Escrituras. Él es el Comandante de las Huestes de los ejércitos celestiales de Dios, el magnífico Padre. Él es el guerrero final y está envuelto en un conflicto colosal con el gran enemigo. Estuvo muerto pero ahora vive y ¡viene pronto a traer la espada de juicio a la tierra!

Intimiden, búrlense y hagan que el enemigo tiemble, hagan que las tinieblas tiemblen, amigos, no se queden sólo cantando al respecto... ¡háganlo! Sin embargo, asegúrense por favor de que esas palabras y danzas no sean meras bravuconadas enraizadas en una bocota y en una cabeza y corazón que alardean, pero que no han sido probados. Que la preparación concienzuda, el conocimiento de ti mismo y la intimidad con el Dios Todopoderoso revistan tus palabras con una fortaleza de acero, tanto hoy como en los días por venir.

Reflexiona: “Luego vi el cielo abierto, y apareció un caballo blanco. Su jinete se llama Fiel y Verdadero. Con justicia dicta sentencia y hace la guerra. Sus ojos resplandecen como llamas de fuego, y muchas diademas ciñen su cabeza. Lleva escrito un nombre que nadie conoce sino sólo él. Está vestido de un manto teñido en sangre, y su nombre es el Verbo de Dios. Lo siguen los ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y limpio. De su boca sale una espada afilada, con la que herirá a las naciones. Las gobernará con puño de hierro. Él mismo exprime uvas en el lagar del furor del castigo que viene de Dios Todopoderoso. En su manto y sobre el muslo lleva escrito este nombre: REY de REYES y SEÑOR de SEÑORES.” Apocalipsis 19:11-16

Ora: Señor, ayúdame a vivir en la realidad de lo que Tú eres. Enséñame a patear con fuerza a nuestros enemigos. Te lo pido en Tu nombre glorioso. Amén.


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