Wednesday, October 9, 2013

Oct | 09 | El centro de todas las cosas

CENTRO

Hebreos 4:12, 13  
Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón. Ninguna cosa creada escapa a la vista de Dios. Todo está al descubierto, expuesto a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuentas.

El centro de todas las cosas

Dejando en claro que Cristo volverá en toda Su Gloria (Mateo 24:26), Brennan Manning dice que, “Cada hombre y mujer que alguna vez haya respirado será valorado, evaluado y medido exclusivamente en los términos de su relación con el Carpintero de Nazaret”. En su libro La Firma de Jesús, Brennan Manning llama al contexto y continuidad de esta valoración continua “el reino de lo realmente real”.

Yo he estado involucrado en lo que se llama ‘la obra del Señor’, por muchos años. En su mayor parte, me encanta. Oh, no me malinterpreten, sí, he tenido mis momentos desesperantes en los que era la última cosa en el mundo en la que quería estar involucrado, pero generalmente, todo ¡me encanta! Es siempre un desafío, ¡y me gustan los desafíos! La apertura de iglesias, especialmente, me ha hecho ‘salirme de mi caja’ frecuentemente, ofreciéndome mucha variedad. Me absorbe y utiliza mis talentos, mis dones y mis energías. Oh sí, me encanta el trabajo del Señor y puedo, muy felizmente, seguir llevándolo a cabo... ¡sin Él!

Sí, desafortunadamente me oyeron bien. Soy lo suficientemente insensato, como para afrontar el doble riesgo de amar el trabajo del Señor en vez de amar al Señor del trabajo, y encima pensar que, de todos modos, ¡no lo necesito a Él para hacerlo! Después de todo, algunos planes, un par de procedimientos, algunos buenos métodos y, por supuesto, media docena de propósitos, dinero, edificios y publicidad ¡y estamos listos! todo lo que se precisa es dinero, materiales, mano de obra, un poco de buena música e impulso. Si luego Dios quiere sumarse, eso está bien para mí. ¡Qué grandísimo tonto! Porque ese egocentrismo, esa auto-capacidad, concentración en uno mismo y ese trabajo totalmente egoísta y orientado hacia uno mismo, es al final, enormemente auto-destructivo.

Un Pastor me habló respecto del comentario de un hermano Chino, quien años atrás, a partir de observar la escena Cristiana estadounidense, remarcó que él estaba particularmente sorprendido por “lo que la iglesia había logrado alcanzar sin la presencia del Espíritu Santo”. Necesitamos tomar nota de esto; después de todo, si somos honestos con nosotros mismos, sabemos que tantos deseos, intenciones, motivos, necesidades e impulsos están arraigados y fortalecidos, en y por, el hombre viejo. Estoy seguro de que algunas veces el mismo enemigo aviva nuestras calderas, grandes y viejas, que a menudo nos conducen a ¡distracciones que aparentemente son de Dios! Pues estar comprometido en la obra del Señor, y de hecho, en cualquier trabajo, relación, fantasía o sueño, puede sutilmente esconder al herido y hambriento yo, protegiéndolo mientras justificas lo que haces. Amigos, hay miles de Pastores que, cual empresarios, han alcanzado la cima de su juego, sólo para encontrar en la embriagadora cumbre espacios solitarios, vacíos e insatisfactorios. Luego de años de trabajo duro y, a veces, una larga vida, se han dado cuenta de que aquello en lo que se apoyaron todo ese tiempo era sólo madera, heno y rastrojo. En realidad, lo habían sospechado todo el tiempo, pero ¡ah! esos impulsos y la presión de sus iguales! ¡Mi Dios!

Sólo vivir en el reino de lo realmente real ahora mismo, nos evitará el ser avergonzados, desilusionados y horriblemente sorprendidos en ese gran día en el que conoceremos realmente quiénes somos. Al igual que ustedes, yo encuentro ese pensamiento, bastante desconcertante. Después de todo, cuando todo se acabe, ninguno de nosotros está seguro de que quedará algo de utilidad o siquiera de bondad. Ahora, por supuesto, eso es una gran mentira. Es simplemente nuestro poco conocimiento de quiénes realmente somos y quién es Él realmente, que inclina tanto la balanza de nuestro discernimiento hacia esa dirección engañosa y así nos instiga a mantener las viejas calderas de ‘realización personal’ funcionando. Porque, cuando no nos vestimos con nuestra ropa de adulto y no nos ponemos la máscara de rostro rudo, o cuando esas mismas máscaras y posiciones nos son arrancadas inexplicablemente, o se vuelven transparentes de repente, nos vemos y nos sentimos como pequeños niños huérfanos, solitarios, con temor y totalmente solos. ¿Será que así somos realmente? Huérfanos de madurez y de la familia de Dios, y por ende, verdaderamente solos. Nuestro verdadero yo jamás ha crecido. Si este es el caso, entonces quizá debamos volvernos, una vez más, Sus pequeños hijos adoptivos, así podremos verdaderamente empezar a crecer. ¿Acaso no dijo Él algo sobre volverse como pequeños niños? Ahora, ahí hay un pensamiento. ¡Ahí está el principio de vivir en el reino de lo realmente real!
Amigos, ¿cómo puede darse este gran salto de estar satisfechos con Él en nuestra verdadera y real persona? Bueno mis queridos hermanos y amadas hermanas, necesitamos comenzar a rodear e incluso a orbitar alrededor de lo que es nuestro verdadero centro ¡y agradecer a Dios porque nosotros no lo somos! No somos el centro del universo. Él lo es. Nuestra familia no es nuestro propósito. Él lo es. Nuestro trabajo no es nuestro Señor. Él lo es. La educación y trozos de papel no son nuestra meta. Él lo es. Comenzar a ser nosotros mismos es, de hecho, ¡comenzar a ser como Él! Por ello, debemos orar para que nuestro Dios Todopoderoso nos eleve del lamentable girar en torno al ombligo de nuestro yo, y nos lleve a poder orbitar alrededor de la majestuosidad del Hijo, quien es sin lugar a dudas, ¡el centro de todas las cosas!

Reflexiona: “Él es anterior a todas las cosas, que por medio de él forman un todo coherente. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de la resurrección, para ser en todo el primero.” Colosenses 1:17-18

Ora: Jesús, sé mi centro, sé mi fuente, se mi luz, Jesús. Amén.

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