Thursday, October 10, 2013

Oct | 10 | Incondicional, reprimido y sin moverse

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Juan 10:27  
Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen..

Incondicional, reprimido y sin moverse

En la lúgubre procesión, son siempre los jóvenes inexpertos los que gritan en la multitud “¡el rey está desnudo!” A menudo, son sólo los jóvenes los que son tan honestos. Así que, allí estaba yo nuevamente, teniendo la misma y vieja conversación: “Creo en Dios y he orado mucho, pero Él no contesta mis oraciones y aparte no me habla”. Ahora, el incondicional en la procesión, o bien asiente con la cabeza, o mueve su cabeza sabiendo y luego sin responder al grito desesperado, alienta a los más jóvenes para que le den vuelta a las hojas de la Escritura y para que lean su Biblia un poco más. Buen consejo, pero no es una verdadera respuesta.

He notado que “los incondicionales” en general, son buenas personas. Brennan Manning escribe acerca de ellos diciendo: “Al mismo tiempo que su sistema de creencias es firme, su fe en el amor de Dios hacia ellos es remoto y abstracto.”. Para los hermanos incondicionales parece que el Dios, gloriosamente distante y apartado, sólo puede experimentarse de segunda mano, de predicadores pasados y de declaraciones de fe protestantes, desde los ya bien gastados escritos de personas muertas y distantes. ¡Me pregunto si para muchos hermanos como estos, el amor de Dios es sólo un rumor esperanzador! Nuestras iglesias vacías deberían decirnos que, para los jóvenes honestos, el trío terrible de ‘incondicional, reprimido y sin moverse’ que en tiempos pasados llenaron muchas mentes, púlpitos y bancos de iglesia, no son suficientes para conservar la fe cuando se desea la pasión. Un hambre insatisfecha nos muestra que una carta que ya ha sido leída no satisface; las ovejas verdaderas, las ovejas vivas quieren oír Su voz. Para los hambrientos, este grito desesperado por un abrazo real y apasionado no es una negación de la suficiencia de las Santas Escrituras, sino más bien, es la salpicadura ardiente, y desesperada del manto del profeta llevado en carro romano en las arrasadoras aguas del Río Jordán. No es que no crean, o que no tengan honor, pero están gritando fuerte y sostenidamente: “¿Dónde está el Dios de Elías?”

Dejemos que todas las cosas sean traídas ante la certera e infalible Palabra de Dios, porque es ahí donde aprenderemos que Dios está en el Cielo y habla desde allí. Más aún, también aprenderemos que ahora estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales. Así es que, en verdad, ya estamos en el cielo con Cristo tanto en la posición como en la práctica. ¡Ya estamos allí! ¿Me comprenden? Entonces, miren alrededor. ¡Deténganse! ¡Miren! ¡Escuchen!
Sin embargo y desafortunadamente para la mayoría de nosotros, los que estamos sentados con Cristo en los lugares celestiales no vemos ni escuchamos nada. Nos sentimos tristes, solos y peor aún, el diablo parece tener la razón cuando nos dice: “¡Todo es falso! ¡Ríndete! ¡Abandónalo!” Nuestra forma de formar discípulos en el pasado reciente se ha centrado en lo externo y en las disciplinas, todo lo cual está muy bien, sin embargo al final, ¡parece que le falta mucho en lo substancial! He de confesar que no comprendo cómo es que estas excelentes disciplinas espirituales tales como la meditación en la palabra, la memorización, las peticiones de oración, la lectura espiritual, la confesión, la adoración y la acción de gracias ¡se han convertido en nuestro hacer pero no en nuestro ser! ¿Cómo es que, aparentemente, han bloqueado nuestros oídos y han cegado nuestros ojos? ¿Será, quizá, que se han convertido en nuestro “Jesús”, más que en vías para llevarnos a Jesús? No lo sé con seguridad. Sin embargo, sí creo que Manning está en lo correcto cuando comenta sobre estas cosas y dice que en el pasado reciente, “la espiritualidad de la devoción llevó a una nueva forma de hacer pero no necesariamente de ver”.
Es así que, a tí mi hermano hambriento y desilusionado te digo esto: “Permanece quieto. Busca el silencio. Busca algo de soledad. Ten el valor de pedirle a Jesús que destape tus oídos que han acumulado ‘demasiada’ cera y luego, escucha con atención, al mismo tiempo que Él escupe en el suelo donde tú estás parado y forma lodo, y luego gentilmente, con Sus pulgares, pone esa mezcla maravillosa dentro de tus ojos oscurecidos por la ceguera”.

Amigo. Jesús ya está aquí. Nosotros ya estamos allí. Si quieres ver y oír, debes pedir para que así sea. Luego debes tomarte tu tiempo y encontrar un poco de espacio para comenzar a ver y comenzar a escuchar. Esta no es la forma del místico, sino simplemente, la forma olvidada del discípulo. La fe es tener el valor de confiar en que Jesús hará estas cosas para ti. La fe es tener el valor para comenzar a escuchar y más aún, para atreverse a ver. Entonces, mi joven amigo, que gritas en la procesión religiosa sobre el rey desnudo, ¿no te parece muy evidente que los que están a cargo aún tienen mucho que aprender? Ahora dime..., ¿los ayudarás?

Reflexiona: “Allí le llevaron un sordo y tartamudo, y le suplicaban que pusiera la mano sobre él. Jesús lo apartó de la multitud para estar a solas con él, le puso los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Luego, mirando al cielo, suspiró profundamente y le dijo: ¡Efatá! (que significa: ¡Ábrete!).” Marcos 7:32-34

Ora: Señor, dame el valor para creer en Tu amor por mí y en Tu deseo por mí. Jesús tócame. Suave y gentilmente acaricia mis ojos cerrados y destapa mis oídos sordos. Y luego suave y gentilmente ayúdame escuchar, en susurros, tu Palabra para mí. Amén.

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