Monday, October 14, 2013

Oct | 14 | ‘Tocando’ tornados

FURIA

Jeremías 23:19 
El huracán del SEÑOR se ha desatado con furor; ¡un torbellino se cierne amenazante!

‘Tocando’ tornados

Pareció salir de ninguna parte. Era como un tren aullando en la parte de arriba de mi departamento. Furioso en su llegada, dejó un rastro de destrucción al irse. Algo interesante es que esto no fue una ancha franja de devastación, sino más bien, un dedo selectivo marcando en la tierra lo que iba a ser aporreado y golpeado, y lo que iba a ser perdonado. A diferencia del huracán, esos grandes sistemas climáticos que pueden ser rastreados de manera intrincada, no sucede lo mismo con los tornados. Sí, uno puede observar la conjunción de los ingredientes que hacen su aparición probable, pero uno no puede anticipar su terrible arribo. ¡Sólo está ahí! Sólo llega desde las nubes oscuras y toca la tierra con una ira desordenada, intensa y a menudo destructiva, como si fuera un monstruo que viene desde el cielo y golpea súbitamente, capaz de llevar a cabo actos de muerte y devastación, repentinos e impredecibles.

El no tratar con el resentimiento es exactamente lo mismo. No se engañen, porque los Cristianos son especialmente propensos a producir estremecedores actos de furia y, con frecuencia, son estos mismos perpetradores y realizadores de dichos tornados, ¡los más sorprendidos! Con frecuencia los encontrarán, conmocionados y terriblemente sorprendidos, parados a un lado de la devastación provocada por su propia furia, preguntando en completa incredulidad, “¿De dónde rayos vino eso?”

¿Qué ha sucedido aquí? ¿Por qué será que los Cristianos están tan sorprendidos y poco preparados, cuando el Dios de la Biblia a veces se revela a nosotros vistiendo un ‘atuendo’ terrible y acercándose a grandes pasos?

Me parece que la respuesta se encuentra en la restricción errónea y la respuesta incorrecta: Muchos Cristianos han recibido golpes ante los cuales su respuesta ha sido ira, violencia, disgusto y venganza. No obstante, el llamamiento al perdón y la reivindicación ha llevado a que estos sentimientos de furia sean reprimidos antes que expresados. No se ha hecho lugar para el justo desahogo de estas heridas provocadas por el odio, ¡de estas emociones que claman a gritos! No se ha hecho lugar en nuestra teología, no se ha hecho lugar en nuestra cultura y no se ha hecho lugar en nuestras iglesias: “¡Absórbelo, trágalo, arrepiéntete, perdona y no hagas malas caras!”

El problema es que estas emociones pueden suprimirse por años, hasta que las oscuras nubes que tarde o temprano se acumulan en la humedad del resentimiento, se unen a algún tipo de inestabilidad provista por una experiencia repetida o similar, la cual inevitablemente levanta la tapa de la furia reprimida en el interior y, ¿saben? todo lo que hace falta ahora es que un impredecible viento cortante arribe a escena: Una palabra incorrecta, sueño insuficiente, una enfermedad, la tensión, apuros financieros, en realidad, cualquier cosa fuera de lo común y ¡zas! ¡El tornado toca tierra!

Este es un gran problema. ¿Donde encontramos el lugar o las personas que puedan tratar nuestras heridas de manera tal que podamos ventilar la flama, más que atizar el fuego? Porque créanme, hay que tratar estas cosas de la manera adecuada, ya que de no ser así, vamos a avivar la flama ¡y la furia no acabará! La furia debe ser disipada de la manera correcta, de no hacerlo así, lo único que acarreará es desastre.

Primero, comencemos por reconocer tanto nuestra humanidad como nuestras heridas. Eso será, por lo menos, un comienzo. Una vez hecho esto, establezcamos algunos lugares seguros, algunos lugares orientados al llanto y al lamento, si así lo prefieren. Seamos inteligentes y comprendamos que los furiosos, a menudo, no son los caídos sino los santos, luchando con el perdón.

Lo que he leído de las Escrituras me dice que Dios conoce bien la furia y al parecer, sólo Él puede tratar estos iracundos vientos de la emoción, de manera delicada y justa. Para muchos de nosotros, la preciada paz y la gema de la alegría, únicamente, podrán aparecer luego de que hayamos “tocado el tornado”.

Quisiera sugerirte que si la furia está sacudiendo tu mundo interior vayas a un lugar seguro con Jesús y dejes que se disipe con el Señor! Dios te dirigirá y te guiará en esto. ¡Enójate, sácalo, sé sano hoy! Y que sus bendiciones sean siempre contigo.

Reflexiona: No tomen venganza, hermanos míos, sino dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: Mía es la venganza; yo pagaré, dice el Señor. Antes bien, Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta. No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien. Romanos 12:19-21

Ora: Señor: Enséñame hoy a entregar mi furia a Ti. Calma mis tormentas para que la gracia fluya verdaderamente en ríos de paz y que afloren las fuentes de una profunda alegría. Haz algo milagroso en mí hoy, oh mi Dios, te lo ruego en el nombre de Jesús. Amén.

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