Thursday, October 31, 2013

Oct | 31 | ¡Sobre Calebs y betabeles!

FORTALEZA

Joel 2:28-29  
“Después de esto, derramaré mi Espíritu sobre todo el género humano. Los hijos y las hijas de ustedes profetizarán, tendrán sueños los ancianos y visiones los jóvenes. En esos días derramaré mi Espíritu aun sobre los siervos y las siervas.”

¡Sobre Calebs y betabeles!

Lieth Anderson, en el prefacio de un libro muy informativo y práctico para la plantación de iglesias llamado Into The Future (Hacia El Futuro), habla de lo que él llama su “fantasía recurrente”. En ella, él se imagina a sí mismo “caminando por las calles del cielo cuando un extraño se le aproxima y le dice ‘Disculpe, alguien me dijo que usted vivió en la tierra a principios del siglo XXI, usted sabe, en ese tiempo cuando Dios estaba haciendo Su gran labor en la iglesia, el tiempo en el que el Evangelio se esparcía por todos lados. ¿Es eso cierto? ¿Estaba usted allí? ¿Cómo fue? ¿Qué fue lo que usted hizo?’ ” ¡Me pregunto si el Señor Anderson se está convirtiendo en un viejo y soñador Caleb!

El círculo de mi experiencia en la vida me ha puesto en contacto con muchos hombres mayores, a finales del siglo XX y a comienzos del siguiente y hasta ahora, y sólo hablo por mí mismo, no ha sido una experiencia que yo pueda catalogar como abrumadoramente edificante ¡dado que han sido más como ‘betabeles’ que como Caleb! Ustedes saben, sólo “las mismas cosas de siempre”: estilos de peinado extraños, ropas con colores raros y un aroma extraño. Excepto por un par de ellos, no ha habido nada a lo qué aspirar. Y quiero decir, nada.

Yo me imagino al Caleb viejo, sobre todo en sus 80s, como un hombre al que los chicos jóvenes respetaban y no se atrevían a contradecir. Un hombre al que deseaban imitar. De hecho, creo que el efecto de su sola presencia, la de un viejo guerrero como lo era Caleb, hacía que sus rodillas temblaran considerablemente. ¿Entiendes a lo que me refiero?

El manejo de la gracia que tenía Caleb haría que te pusieras de rodillas en agradecimiento y adoración al Dios Altísimo; la forma en que Caleb tomaba la espada y hacía alguna gesticulación con ella, haría que tus rodillas se golpearan entre sí; la fe que tenía Caleb sobre la grandeza de Dios haría que tus rodillas temblaran y el conocimiento que Caleb tenía sobre todo lo que tuviera que ver con Dios, se reflejaba en sus ojos emocionados por el conflicto, pero también por la victoria que se avecinaban. ¡Alguien así te conforta tanto que es como si en una noche de invierno te hubieses sentado cerca del fuego ardiente de la chimenea! ¡Amigos, un Caleb así, los apasionaría! los movilizaría, los ayudaría a llegar a ser los hombres que pueden ser, incluso los hombres que deben ser! Si ustedes pudieran estar con un Caleb estoy seguro de que les motivaría ya que un Caleb es un viejo y enérgico soñador que mira a las alturas y, en vez de llorar, “Dame mi pensión”, él ve sus posesiones y grita en fe, creyendo, “¡Dame mi montaña!”. Luego, en conflicto feroz, ¡se la arrebata al enemigo y al hacerlo, nos enseña a nosotros, los jóvenes, cómo luchar y ganar, cómo ser y cómo convertirse en más que vencedores! Como verán, un Caleb tiene un espíritu diferente en su interior. Siempre lo ha tenido y siempre lo tendrá.

Desafortunadamente, mientras el antiguo siglo se escapa lentamente y para siempre, en nuestras bancas de iglesia todo lo que he visto son ¡filas y filas de betabeles! No pretendo ser grosero, pero todos sabemos, y el diablo sabe, ¡que la amenaza que un betabel representa para su reino es pequeña! Dime amigo, ¿cómo pueden nuestros jóvenes tener visiones de victoria si nuestros hombres mayores no se atreven a soñar los sueños de Dios? Oh mis betabeles, mis ojos sollozan en secreto por su orgullo, mis ojos sollozan amargamente y vierten lágrimas por los jóvenes que han sido tomados cautivos y cuyos ojos han sido arrancados por viejos y rancios vegetales como ustedes. Que Dios los perdone por esto y que Dios nos ayude, a nosotros que hemos permitido que esto pasara. Quisiera culpar a las mujeres tipo repollo, por el crecimiento de hombres que parecen betabeles, pero no puedo, porque son los ministros los que son los mayores cómplices de plantar estas hileras de vegetales.

Joven amigo, si esa pregunta fantástica en la fantasía del Señor Anderson alguna vez fuera hecha a ti en el cielo, ¿no sería grandioso si junto a Leith Anderson tú pudieses contestar con una sonrisa jubilosa, “Sí, yo estuve allí. Dios hizo cosas asombrosamente fascinantes. ¡Déjame contarte lo que yo pude hacer por Él!?” Adelante, hermanos y hermanas jóvenes, sueñen un poco; tengan un poco de “visión” y ¡vayan y crean y logren grandes cosas para Dios! Ignoren a los betabeles, pues se están pudriendo en la tierra aún ahora, y si pueden vayan y busquen a los pocos ‘herreros’ que quedan, aquellos quienes puedan equiparlos con buenas herramientas. Si la gracia de Dios lo permite, ¡conviértanse ustedes mismos en un Caleb! ¡Nos vendría bien tener algunos entre nosotros!

P.D: No crean los relatos de que “los betabeles son buenos para la vista”. Les digo, simplemente no es verdad.

Reflexiona: “¡Escúchenme, préstenme atención! ¡No sean soberbios, que el SEÑOR mismo lo ha dicho! Glorifiquen al SEÑOR su Dios, antes de que haga venir la oscuridad y ustedes tropiecen contra los montes sombríos. Ustedes esperan la luz, pero Él la cambiará en densas tinieblas; ¡la convertirá en profunda oscuridad! Pero si ustedes no obedecen, lloraré en secreto por causa de su orgullo; mis ojos llorarán amargamente y se desharán en lágrimas, porque el rebaño del SEÑOR será llevado al cautiverio.” Jeremías 13:15-17

Ora: Oh Señor, Oh Dios, Oh Jesús. ¡Por favor! ¿Dónde están los viejos guerreros que pueden enseñarles a Tus soldados a hacer la guerra? Oh Dios, ¿dónde están los soñadores de la antiguedad? Señor, líbranos de aquellos ministros que son ciegos y por lo tanto no tienen Tu visión; líbranos de aquellos ‘betabeles’, para que no muramos en los jardines, sin fruto, en la tierra junto a ellos. Te lo pido en el nombre de Jesús. Amén.

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