Friday, January 17, 2014

Jan | 17 | El nido de águilas y la ‘Aldea de Habacuc’

PELEA

El nido de águilas y la ‘Aldea de Habacuc’

Habacuc 1:4
Por lo tanto, se entorpece la ley y no se da curso a la justicia. El impío acosa al justo, y las sentencias que se dictan son injustas. NVI

Durante un tiempo viví en un lugar llamado Chingford Hatch. ‘Hatch’ es una palabra de origen inglés que describe un lugar de paso, abierto y despejado, en una zona densamente arbolada.

La ley de Dios es santa, justa y buena, pero a menos que se le honre, se le obedezca y se le promulgue, carecerá de poder. Así es, a menos que la ley se convierta en el ingrediente principal de la sociedad, será simplemente un espectador inútil en los asuntos de la humanidad y se volverá irrelevante. Así está la ley de Dios en los comienzos del siglo XXI.

En el Occidente, y en los Estados Unidos en particular, grandes han sido los lamentos por la remoción de esas tablas de piedra que contienen esos diez mandamientos maravillosos. La verdad es que esos diez mandamientos que alguna vez sirvieron de base para las constituciones de las antiguas naciones cristianas del mundo, fueran éstas escritas o no, han sido desechados y rechazados por hombres y mujeres impíos para todo lo relacionado con la justicia terrenal. Tanto así, que la ley de Dios pareciera haberse vuelto ineficaz y quedado sin poder hasta el punto de que, públicamente, a su Niño de la Justicia le han amputado las piernas a la altura de la cadera y cercenado los muslos cruelmente.

Nuestras tierras y nuestro futuro próximo están siendo moldeados por leyes hechas por el hombre, y están siendo corrompidos por las arbitrios culturales que están plagados de pecado, por todas las modas anti-Dios y por todas las cosas anti-Cristo. Ese sonido que percibimos en la media noche son las garras de la incorrección rasgando las puertas del último bastión de las leyes de Dios, y los lamentos son del viejo fantasma de ‘Lot’, ese antiguo espíritu de compromiso y conveniencia cuya presencia ha sido evocada dentro de la iglesia por aquellos que no conocen a Dios; los acaparadores de dinero, los que usan sofisticados anteojos de carey, los espléndidos vendedores de herejía que, desde hace mucho, han tomado el espíritu de Lot y lo han camuflado para que parezca: ‘amor’ y ‘vivir y dejar vivir’, mientras expulsan a los tres centinelas de la cordura: ‘lo absoluto, la verdad y el juicio’ forzándolos a dejar las tierras altas del amor para corromperse en las tierras bajas de la lepra.

Viviendo nuevamente bajo los principios de la ley de Dios, haremos que una vez más la ley sea efectivamente poderosa; sí, en una sociedad que se ha echado a perder, nosotros podemos convertir la ley de Dios en la levadura que la llevará una vez más hasta aquella altura saludable. ¿Podemos hacer esto en el lugar en que vivimos? Sería virtualmente imposible. ¿Podemos ir a otro lugar para hacer esto? No, pues ya no quedan nuevas tierras en este mundo hacia donde correr y tampoco hay colinas vacías donde construir un nuevo Jerusalén en esta tierra. Por lo tanto, se me ocurre que hay solamente tres opciones ante nosotros: La primera es utilizar todos los medios legítimos y legales a nuestro alcance para proclamar con todo denuedo lo que la Palabra de Dios enseña y para practicarla con valentía. De esta manera, donde podamos y respetando lo que nuestros sistemas políticos nos permitan, vivamos con absoluta sinceridad como pueblo de Dios que somos y, con Su gracia, tratemos de recuperar los corazones, las mentes y las costumbres de estas sociedades que se han vuelto tan bíblicamente incorrectas. Para que esto suceda, los púlpitos y todas las plataformas institucionales de proclamación deberán ser compradas nuevamente (¡aunque para ello tengamos que pagar un alto precio!); luego han de limpiarse los manantiales y sus bocas deben abrirse una vez más para convertirse en las vertientes de declaraciones bíblicas sólidas.

En aquellos casos en que los medios legítimos y pacíficos sean imposibles, sí, cuando la libertad de expresión y la exclusión del mercado de la política, la educación y la religión sean la perversa norma, entonces nuestra segunda opción es oponer resistencia ¡rebelarse! ¡Es la partición de la tierra, es marcar las líneas de batalla, es convocar a la división! Dos mil años de historia de la iglesia han mostrado que para el cristiano, dicha oposición es siempre una elección personal y, por lo general, es una elección que es forzada por persecuciones sanguinarias. La medida de dicha oposición y su éxito estarán determinados por la cantidad de hombres, de dinero y de munición, (en todas sus variantes) de las que se disponga. ¿Estamos listos para tal revolución? ¿Poseemos todo lo que hace falta para vencer? ¿Deberíamos, como cristianos, intentar esto?

La tercera opción a nuestra disposición es la ‘Aldea de Habacuc’. ¿Qué significa esto? Que debemos prestar atención a lo que se avecina, ver el paso por los bosques de Birnam y aguardar a que aparezca el claro, el espacio abierto, el lugar de la Aldea de Habacuc, y entonces, postrándonos, observar y orar. Pues si lo que está por venir sobre nuestra nación es el juicio directo de Dios sobre los hombres de dura cerviz que han hecho de Su Ley santa algo socialmente impotente, ¡entonces toda resistencia es inútil! ¡Esa vara medidora de la ley que fuera hecha a un lado se convertirá ahora, de manera aterradora, en la terrible medida de la profundidad del juicio que caerá sobre nosotros!

Mientras escribo, las tres opciones se encuentran todavía frente a nosotros, quizá por poco tiempo, pero aún las tenemos. Si en algún momento nos moviéramos hacia la opción dos: ‘el oponer resistencia’, entonces Dios, de alguna forma, deberá desarmar a los poderosos gobiernos impíos que se abalanzarán sobre nosotros. En caso contrario, la matanza que seguirá hará que el horror que atravesaron los Hugonotes parezca un día de campo.

Por consiguiente, me parece que la tercera opción es quizá la única que debamos atender. Llevemos nuestros pies de gacela a los lugares altos para observar y, en fe, atravesemos la desolación que se avecina y en ese espacio de gracia que se nos da entre los árboles de guerra, veamos cómo la espada del impío se vuelve en su contra.

Ahora bien, en caso de que esto jamás suceda, tengan esto por seguro: La reunión ininterrumpida de la ‘mala madera’ no es otra cosa que combustible para la fogata y mesas para el matadero. Y habrá sangre; la sangre de ellos, ¡y serán ríos! Esas dos tablas de las leyes de Dios ahora aparentemente sin poder, y que mudas yacen sobre la arena bajo este cielo impío, muy pronto serán elevadas por el Jesús-Sansón que viene y esta vez, con sus cabellos sin cortar y sus ojos iracundos acabará con ellos para siempre.

Estoy viviendo en la Aldea de Habacuc. No me inclinaré ante el poder impío. En cuanto a ti, ¿cuál de estas tres opciones escogerás hoy?

Reflexiona:- También Enoc, el séptimo patriarca a partir de Adán, profetizó acerca de ellos: «Miren, el Señor viene con millares y millares de sus ángeles para someter a juicio a todos y para reprender a todos los pecadores impíos por todas las malas obras que han cometido, y por todas las injurias que han proferido contra Él.» Judas 1:14-15 NVI

Ora: -  Señor, no tenemos fuerza para resistir. Si la tuviéramos, entonces lo haríamos y estaría bien que así fuera. Pero Señor, ¡este ejército está en Tus manos! Por ello, ten misericordia de nosotros, Tu pueblo, y ayúdanos a pararnos en la Aldea, en ese espacio en medio del llanto, y que proclamemos Tu juicio presente y el único lugar seguro, el cual se encuentra en el costado lacerado de Tu Hijo Jesús. Llévanos hoy Señor hacia Tu nido de águila y refúgianos en Etam, aun si es en la grieta de una roca. Amén y que así sea.

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