Monday, February 10, 2014

Feb | 10 | Deficiencias, temor y liberación

SEGURIDAD

Deficiencias, temor y liberación

Jeremías 1:17-19
“Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos. Porque he aquí que yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro, y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes, y el pueblo de la tierra. Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.” (Reina Valera 1960)

Desde hacía ya tiempo, Dios estaba haciendo planes para Jeremías, Su profeta, y lo había preparado personalmente. Ahora, Dios coloca a Jeremías en una posición extraña y él lo ha percibido en su espíritu. Está en cuclillas, doblado y mirando hacia arriba. Así es, está como un tigre elástico en el tramo inicial de una carrera – la de su llamado – y Dios está a punto de disparar Su revólver. Es el año 13º del Rey Josías… ¡BANG! y la Palabra del Señor vino a Jeremías. Ahora él está listo para comenzar su viaje. O, por lo menos, debería estarlo.

La Palabra del Señor vino a Jeremías por segunda vez en este capítulo, en esta ocasión pidiendo menos palabrería y más acción de Su hombre: “Tú, pues… ¡levántate!”). Ahora bien, no me queda duda de que algunos de ustedes que están leyendo esto esta noche, requieren de menos palabrería y mucha más acción en su llamado y en su vida. Por lo tanto, escuchen con atención.

En este capítulo Dios dice mucho sobre las dificultades que Jeremías encontrará al seguir Sus ordenanzas y, por supuesto, también hace mención del gran poder que le otorgará para cumplir la Palabra del Señor. Esta poderosa provisión, aunada al predicamento personal y riesgoso de seguir el llamado de Dios en su vida, pondrá a Jeremías en gran peligro y ¡lo dejará con dos volantes del lado izquierdo, tensionado como en un auto de carreras, acelerando en la curva de un camino de una sola vía, en un cielo nublado, y en una pendiente bien alta de los Andes bolivianos! Semejantes condiciones de manejo ‘profético’ tan extremas, peligrosas y poderosas, significan que Dios debe dar a Su ‘tan ineficiente’ profeta una advertencia y una promesa. Una advertencia de temor y una promesa de liberación.

“No temas delante de ellos, para que no te haga yo quebrantar delante de ellos”. Jeremías 1:17-19 

Todas las deficiencias de Jeremías serían más que compensadas por el poder proveniente de Dios, pues a través de éste, Jeremías se volvería tan fuerte como una ciudad fortificada, tan erguido e inamovible como una columna de hierro, tan estable, tan firme, y tan inquebrantable como un gran muro de bronce. No te equivoques querido lector, la fuerza de Dios para soportar el ataque le sería muy necesaria porque todas las personas, especialmente los poderosos de aquel momento, se opondrían al mensaje de Jeremías de manera violenta y vehemente. Por lo tanto, Jeremías debía aparecer ante ellos con una confianza inquebrantable y con una gran firmeza. Y ahora fíjense: No había lugar para el auto-cuestionamiento, ni para una pizca de patética abnegación profética, tampoco para titubear en cuanto a ir ante reyes o reinas, ni para un gramo de depresión o para señales de confusión mental; no había lugar ni para la sombra de un ‘podría’ o los fantasmas de un ‘quizá’, solo había lugar para la presencia cierta y contundente de las declaraciones de Dios en la boca y la persona de Jeremías, Su heraldo.

El tronco verbal de las dos palabras: ‘temor’ y ‘atemorizado’ (juego de palabras, te advierto) es reflexivo en una y causativo en la otra. En otras palabras, aquí Dios dice a Jeremías con mucha firmeza: “¡Si te atreves a proclamar Mi Palabra con espíritu quebrantado y atemorizado por tu propio sentido de auto protección y tu ansiedad personal, entonces, Yo te arrojaré a un mar de angustia y te partiré en pedazos contra las rocas de tu propia cobardía!” ¡Duras palabras! Matthew Henry comenta lo siguiente sobre este punto: “Aquellos a quienes les interesa su propia reputación, tranquilidad y seguridad más que su deber y su obligación, son abandonados a su suerte por Dios para que caiga sobre ellos la vergüenza de su propia cobardía”. La iglesia moderna parece haber perdido toda comprensión del doble privilegio y autoridad dados en la declaración de la Santa Palabra de Dios. No hay poder en nuestros púlpitos y, consecuentemente, no se imparte poder a nuestro pueblo. En los púlpitos hay vendedores y en nuestro pueblo necedad. Los cobardes dan la Palabra y por lo tanto, gente inválida sale de nuestras iglesias y, al final, la tierra se queda desolada y condenada a la destrucción.

Calumnia; amargura; ira; intimidación; falso arresto y encarcelamiento; soledad; animosidad; búsqueda; anhelo; espera; cuestionamiento. Todo esto y muchas más cosas terribles serán el pan diario del profeta del Señor. Aun así, aunque todos pelearían contra Jeremías, Dios le aseguró que no lo vencerían. Dios lo liberaría. Así es, Dios se convertiría en su escuadrón antimotines personal, pues Dios vendría y arrebataría a Jeremías de la muerte, la condena y la destrucción. La grandeza de cualquier tarea nos hace tomar una clara conciencia de nuestras muchas deficiencias. No hay duda: al igual que Jeremías, tú estás al tanto de tus propias deficiencias esta noche. No importa porque, si Dios te ha llamado y te ha mandado hacer algo, ¡hazlo! Recuerda que la única protección verdadera con la que cuentas al final, ciertamente la encontrarás cuando cumplas con lo que Él te ha mandado, y esto será así para el cumplimiento de todas las promesas que Dios te haya hecho. Por lo tanto, asegúrate de encontrarte justo allí. Toma nota de esto: aquellos que caminan con Dios, tienen a Dios con ellos y, por esto, ¡no deben temer a nada ni a nadie que venga en su contra! ¿Crees esto? Si así es, sigue adelante con confianza. Si no es así, ¡mejor aléjate del campo de batalla!

Reflexiona:- Así me dijo el SEÑOR: “Ve y párate en la puerta del Pueblo, por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego en todas las puertas de Jerusalén, y diles: ‘Escuchen la palabra del SEÑOR, reyes de Judá, y toda la gente de Judá y todos los habitantes de Jerusalén que entran por estas puertas!’…:” Jeremías 17:19-20 NVI

Ora: -  Sáname, SEÑOR, y seré sano; sálvame y seré salvo, porque tú eres mi alabanza. No falta quien me pregunte: “¿Dónde está la palabra del SEÑOR? ¡Que se haga realidad!” Pero yo no me he apresurado a abandonarte y dejar de ser tu pastor, ni he deseado que venga el día de la calamidad. Tú bien sabes lo que he dicho, pues lo dije en tu presencia. No seas para mí un motivo de terror; tú eres mi refugio en tiempos de calamidad. ¡No me pongas a mí en vergüenza; avergüénzalos a ellos! ¡No me llenes de terror a mí; aterrorízalos a ellos! Envíales tiempos difíciles…!” Jeremías 17:14-18 NVI

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