Friday, February 21, 2014

Feb | 21 | El tercer ‘ay’ de cinco – El atizamiento del Señor

JUSTICIA

El tercer ‘ay’ de cinco – El atizamiento del Señor

Habacuc 2:12-14
¡Ay del que construye una ciudad con asesinatos y establece un poblado mediante el crimen! ¿No ha determinado el SEÑOR Todopoderoso que los pueblos trabajen para el fuego y las naciones se fatiguen por nada? Porque así como las aguas cubren los mares, ¡así también se llenará la tierra del conocimiento de la gloria del SEÑOR! NVI

El artista tarda meses gestando su obra maestra para colocarla luego a la puerta del horno. El tejedor, cuya obra de arte está tejida con costosa lana revestida de oro y con hebras teñidas de los más exuberantes colores, cuidadosamente enrolla el producto de años de amorosa labor y lo coloca contra la puerta del mismo horno. El escultor ve cómo su hermoso bronce es entregado al fuego calentado siete veces y, el arquitecto, con la palma de su mano cepilla las paredes de mármol incrustadas de oro mientras se aleja derramando lágrimas de dolor. Las grandes puertas del horno se abren y los ángeles fogoneros del Dios Altísimo, con rostros resplandecientes como alabastro en el calor abrasador, comienzan a palear todos estos tesoros dentro de las fauces abiertas del fuego de retribución y exhalan el calor ácido de la justa indignación. Y aun cuando los artistas y el arquitecto, el historiador y todos los curiosos arqueólogos, los inversionistas, los benefactores y los banqueros miran con los ojos bien abiertos a través del portento sobrecogedor de años desperdiciados y de las obras de su vanidad, la terrible destrucción es, a pesar de todo, imparable, pues es el Señor quien la está atizando.

He aquí la verdad: La tierra de Dios no se llenará con los injustos regímenes del hombre. Ciertamente, cualquiera sea la nación, gobierno o sistema que haya sido fundado en el robo injusto en pos de su propia exaltación, será consumido por el fuego. Dios no los tolerará en Su tierra. No le será permitida a la así llamada gloria del hombre, por más grande o refinada que sea, cubrir la tierra de Dios. Por lo tanto, dicha nación o imperio que olvida a Dios, que se expande y se mantiene, que se consolida y se engalana, en vano se afana y, a la postre, caerá. Así es, aun cuando dicha nación o imperio hubiese sido levantado alguna ve, bajo la dirección de Dios y hubiere sido establecido por el Señor, incluso si su hermoso botín le hubiera sido dado en pago por ser la espada de Su juicio y Su justiciero nacional, o aun cuando esa nación hubiera sido en algún momento la luz de Sus ojos, debido a su olvido arrogante, con seguridad caerá.

Dios no toma en cuenta las proezas terrenales, ni el poder político, ni la belleza de las obras del hombre. Tales cosas existen pero han conllevado avasallamiento e injusticia. Contra cosas semejantes, la bomba de fuego de Dios siempre es lanzada y estalla contra los muros de Babilonia.

Ten cuidado cristiano al reclamar para Jesús a esa ciudad en la cual vives. Ten cuidado cristiano por una asociación tan insensata y por esa familiaridad con tus vecinos tan corruptos. Cuídate de no buscar la paz y la prosperidad en aquello que está condenado, pues el momento llega en que ni siquiera la sal puede preservar aquello que ya está podrido y la luz ya no puede brillar en el negro foso de la rebelión. ¡Ten cuidado, cristiano! ¡Sé sabio, cristiano! ¿Habrá llegado el momento de desligarse? ¿Será éste el tiempo de formular un plan de escape? ¿Será momento de hacer las maletas? O quizá tú, la Sra. Lot y los niños, se han vendido por completo a tu ciudad y a sus placeres y se han acostumbrado tanto a la perversión que, de tanto mirar hacia otro lado, ¿tú también te has cegado a todo el azufre que está listo para caer sobre sus cabezas? ¿Será quizá este el momento de ir hacia el ‘Hijo del Cielo’ y ordenar un poco de ungüento para los ojos y algunas maletas?


Reflexiona:- Pero de pronto Babilonia cayó hecha pedazos. ¡Giman por ella! Traigan bálsamo para su dolor; tal vez pueda ser curada. “Quisimos curar a Babilonia, pero no pudo ser sanada; abandonémosla, y regrese cada uno a su país, porque llega su condena hasta los cielos; ¡se eleva hasta las nubes! Jeremías 51:8-9 NVI

Ora: -  Oh gran Dios de todos los tiempos, danos en esta noche una visión reconfortante de tu grandeza eterna. Amén y que así sea

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